El Obispo pidió que haya prosperidad

Laura De Stefano

Para sorpresa de los feligreses, que asistieron masivamente a la misa de Resurrección este domingo en el Paseo la Marina de Catia la Mar, la bendición del mar no se hizo desde las escolleras como en años anteriores sino frente a la costa.

Por primera vez el Santísimo Sacramento fue llevado en procesión en un peñero desde el muelle pesquero La Zorra hasta el Círculo Militar de Mamo. Desde allí el obispo de La Guaira, monseñor Raúl Biord, bendijo el mar, a los fieles congregados y a 60 pescadores. Este año dos remolcadores los recibió con una fuente de agua que alcanzó 10 metros de altura.

“Bendecir el mar es recordar que Dios creó la tierra y el mar, es hacer memoria de Jesús que subía a la barca en el mar de Galilea con sus apóstoles que eran pescadores, que les aconsejó dónde debían echar las redes, y ese día la pesca fue milagrosa, que nos invitó a ser pescadores de hombres y sembradores de esperanza”, expresó monseñor en su homilía.

Bendijo a los pescadores para, que como en el evangelio, tengan una pesca abundante y puedan sortear las tempestades de la vida; para que haya prosperidad en Venezuela; para que el mar sea lugar de comunicación y encuentro entre países hermanos; para que en La Guaira todos tengan trabajo y pan. “Pero, sobre todo vamos a rezar por el cese de las guerras y por la paz en el mundo”.

Agua, bautismo y misión

El obispo meditó sobre tres palabras claves: la primera es el agua, fuente de vida que no la apreciamos suficientemente, solo nos percatamos de su importancia cuando nos falta. “Nos quejamos, y con razón, cuando no nos llega por el acueducto, sin embargo, contaminamos y obstruimos los cursos de los ríos con basura y escombros”.

Recordó que el Papa Francisco nos ha regalado una bellísima enclíclica sobre la ecología que lleva el título de “Laudato si’, mi’ Signore”. “Alabado seas, mi Señor”, como cantaba san Francisco de Asís. “Ese hermoso cántico nos recuerda que la naturaleza es nuestra casa común, es también una hermana con la cual compartimos la existencia y como una madre que nos recibe entre sus brazos. La hermana naturaleza clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella”.

“Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes”.

Señaló que en La Guaira el agua es un grave problema, pues muchos sectores no tienen acceso continuo al agua, aunque el gobierno regional está haciendo grandes esfuerzos para solucionar el problema del agua. “Pero también sabemos que en parte se trata de una cuestión educativa y cultural porque muchos desperdician el agua, algunos la contaminan, otros destruyen las fuentes de agua con conductas asesinas, mientras a muchos les falta. Hoy rezamos para que Dios nos mande las lluvias oportunas, para que se garantice el servicio público del agua con inversiones importantes, para que todos nosotros nos comprometamos a cuidar el agua”.

También pidió cuidar el mar porque los “océanos no sólo contienen la mayor parte del agua del planeta, sino también la mayor parte de los seres vivientes. La vida en los ríos, lagos, mares y océanos, que alimenta a gran parte de la población mundial, se ve afectada por falta de conciencia ecológica” (LS 40).

“Debemos realizar un serio compromiso por evitar la contaminación del mar, por tratar las aguas residuales antes de verterlas al mar. Durante la pandemia, vimos como el mar se autolimpió, estaba trasparente. Somos nosotros los que ensuciamos el mar y las playas. Aquí también hace falta una seria educación ecológica para no convertir el maravilloso mundo marino en un cementerio subacuático despojado de vida y de color”.

Manifestó que el compromiso pascual es evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar la basura, no botar escombros en las quebradas, cuidar las montañas y los ríos, evitar los incendios, plantar más árboles, apagar las luces y equipos eléctricos cuando no sea necesario.

“Se trata de un compromiso creativo por la ecología integral, por la fraternidad social y por el cuidado de los más pobres. Reutilizar botellas y frascos en lugar de desecharlos rápidamente es un acto de amor que expresa nuestra propia dignidad y el amor a Dios y a sus mejores criaturas: la naturaleza, la tierra, el aire y el agua”.

La otra palabra clave es el bautismo que nos lo recuerda el Domingo de Pascua, porque en el agua hemos sepultado nuestros pecados, el hombre viejo, el desorden del mundo, la pompa de una vida llena de tantas cosas vanas y perecederas, para resucitar a una vida nueva, comprometida con Jesús en ser luz del mundo y sal de la tierra.

Monseñor destacó que en el nuevo Plan Pastoral, “Predicar juntos el Evangelio”, nos recuerda la importancia del primer sacramento que nos hace discípulos de Jesús. Por el bautismo, hemos sido incorporados de pleno derecho al pueblo de Dios que es la Iglesia, para caminar juntos y construir el Reino de Dios. “El anuncio del kerigma nos lleva a un proceso de iniciación a la vida cristiana. Al recibir el bautismo y la confirmación, nos insertamos en la vida de una comunidad eclesial, donde descubrimos nuestra vocación de servicio”.

La tercera palabra clave es la misión de anunciar la buena noticia y el mensaje de esperanza. “Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio, bauticen a todas la gente” (Mt 28,19). ¡El hombre está vivo! Su causa continúa en la Iglesia si nos comprometemos a seguir lo que hizo y dijo Jesús, haciendo crecer el Reino de Dios. El bautismo nos hace misioneros”.

“Queremos promover el encuentro con la persona y el mensaje de Jesucristo, particularmente en la escucha de la Palabra y en las celebraciones de la fe. Nuestra diócesis como comunidad de discípulos misioneros está llamada a caminar como pueblo anunciando a Cristo a las personas y comunidades. El Papa Francisco nos invita a ser una Iglesia en salida, cercana, sencilla, misericordiosa, a expresar la sinodalidad a través del diálogo y el encuentro, a promover la reconciliación y el perdón como sacramento de unidad, a ser luz y fermento en una sociedad dividida”.

Dijo que hoy renovamos nuestro compromiso de ser una Iglesia rica en ministerios en la que todo el pueblo de Dios, especialmente los laicos, sean agentes de evangelización y de servicio caritativo a los hermanos, especialmente a los más pobres y vulnerables. “Esto exige una profunda conversión pastoral y misionera, y una formación permanente a la luz de la Palabra y de los signos de los tiempos, que nos permitan dejar actitudes marcadas por el clericalismo, el “parroquialismo” y el individualismo. “Todos los bautizados somos discípulos misioneros en comunión. La misión es el inicio y el final del proceso evangelizador”.

El obispo Biord recordó que ahora empiezan los 50 días del tiempo pascual en la espera del Espíritu Santo. “Vayamos a predicar el Evangelio, pero vayamos juntos, no con cara de funeral, sino llenos de la alegría que nos regala el Resucitado”.

Más de 4 mil fieles

Monseñor se mostró feliz por la masiva participación, se calcula que fueron unos 4 mil feligreses, y manifestó que superó todas las expectativas. Agradeció a los sacerdotes de las 10 parroquias eclesiásticas de la Zona Pastoral de Catia la Mar que lo acompañaron en esta eucaristía y a las autoridades por su colaboración durante la Semana Santa.

“Gracias a Dios vivimos una hermosa Semana Santa con la celebración de más de 300 misas, procesiones con las palmas y el Nazareno, y vía crucis. Además de las 27 parroquias eclesiásticas, 130 misioneros fueron enviados a más de 20 comunidades alejadas en la montaña y la costa. Miles de personas se han acercado a los templos que se desbordaron de feligreses y en muchos lugares las misas fueron en las plazas. Hoy somos una Iglesia comprometida con Jesús para vivir nuestra fe, transmitirlas a nuestros hijos y para decir que queremos vivirlas como dícípulos misioneros”.

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