Ángel Graterol artista venezolano que lucha por visibilizar a los LGBTIQ a través de la danza

*En ocasiones las personas de la comunidad somos invisibles y eso también es discriminación…

Yrina Albarracín

Ángel Graterol o Skeletica Retorcida como muchos le conocen, es un joven artista independiente de Barquisimeto de 29 años, quien se identifica como un cuerpo trans no binario gay, definiendo esto: “como la transición de pensar, que yo era del género masculino, a pensar y sentirme de ambos géneros, es decir masculino y femenino, por tanto, no binaria. En el binarismo o eres hombre o eres mujer, entonces yo no soy ninguno de los dos o soy los dos juntos”.

Así se expresa este joven bailarín a quien a propósito del mes del orgullo gay, La Verdad entrevistó en Quito, para conocer un poco más sobre él como persona de la comunidad LGBTIQ.

-¿A qué te dedicabas en Venezuela?

-Tenía mi propia academia donde daba clases de danza contemporánea, danzas urbanas, acrobacias aéreas en tela, y también daba talleres de baile en otras escuelas de Barquisimeto. Estaba estudiando actuación en Unearte, pero no pude continuar porque tuve que emigrar y desde hace 3 años vivo en Quito, Ecuador.-

¿Por qué emigraste?

-La situación en Venezuela estaba muy complicada económicamente, y aunque yo no estaba tan mal, todos los proyectos que tenía eran para resolver lo del momento, no veía oportunidades de crecimiento, ni futuro en mi país. Todo era para pasar el día. No tenía chance de soñar, porque dada la situación ya sabías que nunca ibas a cumplir tus sueños, y yo quería seguir creciendo como artista, tenía la curiosidad de saber cómo era el área artística en otros países, si estaba más desarrollada, si podía tener mejores profesores, e incluso recibir clases de profesores de otras partes del mundo, como alguna vez iban a Venezuela, pero que ya en el 2019 desde antes de venirme no estaban llegando y en estos momentos es imposible, por los altos costos o porque simplemente no podían o ya no querían esos profesores ir a mi país.

-¿Por qué escogiste Ecuador para migrar?

-La verdad que yo no lo escogí, solo se me presentó la oportunidad y la aproveché.

-¿Cómo fue tu viaje a Quito?

-Entré por vía terrestre, fue un viaje de muchos días, cansones, diría que catastrófico. Un viaje en el que tienes que ser fuerte y aguantar, porque se pasa hambre, sed, incomodidades. No duermes bien en un autobús, porque además tienes que estar alerta, tú sabes y es muy difícil asearse. Además, ves lo difícil que son las cosas en migración, como llora y sufre la gente.

-¿A qué te dedicas en Quito?

-Apenas llegué trabajé entregando volantes, pero fue horrible. Tuve que caminar mucho porque no sabía cómo manejarme en la ciudad, las personas no me recibían los volantes, no sé si por mi pinta de venezolano o de gay, o simplemente porque aquí en Ecuador está mal visto ese tipo de trabajos, pero fue lo único que encontré. Entonces, decidí arriesgarme y hacer lo que me gusta y sé hacer mejor de forma independiente, comencé a dar clases de danzas aéreas, luego se me abrieron más puertas en cuanto a las danzas urbanas. Allí me di cuenta de que tenía chance de hacer muchas cosas más y a pesar del miedo de no saber si tendría éxito, si a la gente le gustaría mi arte, si me aceptaría a pesar de ser migrante venezolano y además gay (tengo todos los ingredientes para ser discriminado en la sociedad, jajaja), por encima de todo esto aproveché la oportunidad e incluso pude armar con mis alumnas shows de danza cabaret.

-¿Los ingresos que percibes te alcanzan para mantenerte y además enviar dinero a tu familia en Venezuela?

-Si, aunque mis ingresos suben y bajan. He pasado momentos difíciles, porque hoy puedes tener 10 alumnas, pero mañana solo dos, por eso hay meses buenos y otros malos. Pero generalmente puedo pagar mis gastos y enviar dinero a mi familia.

-¿Has sufrido de discriminación por ser migrante, o gay?

-La verdad es que sí, pero más por ser migrante, y es difícil porque no puedes reclamar cuando sufres algún rechazo, injusticia o insulto porque no eres de este país, y siempre para la policía va tener la razón el nacional. Te toca aguantar y tragar saliva, a veces sientes el desprecio solo con la mirada, y no poder alzar la voz para defenderte es una discriminación también.

-¿Ecuador es un lugar seguro para las personas LGTBIQ?

-No es un lugar seguro, hay mucha homofobia, porque hasta por la forma de vestir te miran mal y es muy incómodo. Pero te digo que no es solo aquí en este país, eso sucede en toda Latinoamérica, dígame en Venezuela. Si estuviera allá más inseguro me sentiría, porque allá las personas homofóbicas si te dicen las cosas sin filtros, con groserías y si les reclamas te pueden agredir físicamente. En Venezuela siempre hay comentarios despectivos y burlas en la calle. Con contarte que en las actividades de calle que realizamos aquí en Quito hemos sufrido agresiones verbales de nuestros mismos compatriotas, y lo sabemos porque la forma de hablar y de insultar del venezolano es muy particular. En otras ocasiones, simplemente somos invisibles y eso también es discriminación.

-¿Crees que existen oportunidades para las personas LGBTIQ en Ecuador?

-Pienso que muy pocas, porque, aunque están promoviendo darnos empleos, solo lo hacen a dos letras de la comunidad, los gays y las lesbianas, porque su apariencia entra en lo que establece la norma, femenino o masculino, pero a las personas Queer (que no se identifican con ningún género), o a ese transexual que no tiene dinero para hacerse una operación y lucir como mujer biológica o para hacerse el tratamiento hormonal y parecer hombre biológico no les dan empleos. Entonces se sigue viendo a la gente por su apariencia y no por su talento o profesionalismo, y esto también sucede en Venezuela.

-Tú realizas actividades de calle en Quito para visibilizar a la comunidad LGTBIQ cuéntame ¿Por qué lo haces? ¿Cuál es el propósito? ¿Cómo es la receptividad de la gente?

-Son concentraciones de Vouguin, que es un tipo de danza que me enteré de su existencia aquí en Quito, parte de la cultura ball, con la que me sentí muy identificado, porque quienes lo bailan son personas trans, personas Queer y afrodescendientes. Lo vi como un lugar seguro y pensé que debía ser mostrado al mundo, que la gente sepa que existe, ¡y que mejor forma de hacerlo que en la calle, atravesándome en el camino a sus casas! Que se den cuenta que también somos personas igual que ellos. Así comenzamos a visibilizar a los cuerpos sexo-diversos, bailamos, damos clases de baile en la calle, hacemos coreografías. Hemos realizado 12 concentraciones de calle desde diciembre, gran cantidad de personas que pasan se quedan viéndonos, nos aplauden, nos toman fotos, otros se burlan. Esta actividad me llena de satisfacción porque hemos visibilizado a todos los tipos de cuerpos a todas las letras de la comunidad de forma artística, además de que se sientan que tienen un lugar seguro y se acepten ellos mismos.

-¿Esperas algo de los gobiernos a favor de la comunidad LGTBIQ?

-Estamos luchando. Lo que queremos es que las personas, los gobiernos naturalicen a los cuerpos sexo-diversos. No se trata de decir que le darán trabajo a alguien, por ejemplo, porque es transexual. Somos personas comunes, no tenemos necesidades especiales, no es que necesitemos atención especial como los que tienen algún tipo de discapacidad. Simplemente somos seres humanos que necesitamos que nos vean como seres capaces y talentosos, que podemos desempeñarnos en cualquier área independientemente de nuestra apariencia, identidad o preferencia sexual. Esto es un largo camino, y por el momento estamos pidiendo cupos laborales para los transmasculinos y transfemeninos.

-¿Quisieras regresar a Venezuela?

-Venezuela ¿se está arreglando? (risas). No, no regresaría, no creo que mi país esté mejor, los que lo dicen supongo que lo hacen porque están tratando de sobrevivir y se dan ánimos a sí mismos de esa manera. El sueldo allá no alcanza para nada, no sé cómo la gente vive con eso. Solo volveré para visitar a mi familia, pero lo pensaría mucho porque eso afectaría mi economía aquí.

-¿Cuál es tu mayor sueño?

-Tener paz, tranquilidad económica y emocional es decir no tener tantos problemas en los que preocuparme. Además, mi sueño más grande es dejar un legado, que la gente me recuerde como Ángel el que hizo una lucha social, que impartió muchos conocimientos artísticos, quien guió, quien cuidó, quien ayudó. Sé que he ido logrando esto, pero quiero más. Nunca olvidaré cuando asistía a una iglesia evangélica en Barquisimeto, uno de los jóvenes me dijo “bajo el Espíritu Santo de Dios” o “una fuerza sobrenatural”, no sé, que me veía en vayas publicitarias, o que mi nombre iba a ser reconocido, tal vez no sea literal, pero yo creo que eso va a pasar, que la gente va a reconocer mi lucha social.

-¿Cuál es tu mensaje a los venezolanos de la comunidad LGBTIQ que están en Venezuela y quieren emigrar?

-Mi mensaje para ellos y para todos en general, es que tengan empatía, por esas personas trans que están empezando su transición, por ese Queer que no aceptan, por esas personas pobres que no tienen nada, ser empático con ustedes mismos. Siempre cuando nos ponemos en el lugar del otro le podemos entender y dar amor. Le digo a la gente que trabajen por la lucha social, en América Latina hay demasiada homofobia, no se trata solo de que permitan el matrimonio igualitario, o que alquilen una vivienda a parejas del mismo sexo, no se trata de quedarnos solo con el Love is Love, sino que hay que seguir luchando porque hay muchas personas sufriendo y pasándola mal por los prejuicios que persisten aun en el 2022. Nadie debe ser marginado por sus preferencias sexuales o identidad de género.

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