Murió O.J. Simpson de cáncer
El exjugador de fútbol americano y actor O.J. Simpson, absuelto del asesinato de su exmujer y un amigo en 1994 después del llamado «Juicio del Siglo», falleció este miércoles en Las Vegas a los 76 años, víctima de un cáncer de próstata, según información de su familia en un comunicado. «Ha fallecido «rodeado de sus hijos y nietos», en la que a su vez piden privacidad.
Simpson negó en febrero que hubiese sido internado en una residencia, a raíz de la publicación de informaciones sobre un supuesto diagnóstico de cáncer de próstata que no llegó a desmentir.
Orenthal James Simpson era considerado un dios en Estados Unidos y su fama no cayó al colgar los botines y adentrarse en el mundo del entretenimiento.
Su currículum deportivo incluye once temporadas en la NFL, aunque este legado se vio ensombrencido por el asesinato a puñaladas de su exmujer, Nicole Brown Simpson, y de un amigo en junio de 1994. El exjugador, que intentó evitar el arresto y protagonizó una persecución policial, salió finalmente absuelto en 1995, aunque dos años más tarde un tribunal sí le consideró responsable civil del doble crimen.
Por otro caso de robo a mano armada y secuestro fue sentenciado a 33 años de prisión, de los que cumplió nueve para salir en libertad condicional en 2017.
De la pobreza al estrellato
Simpson nació el 9 de julio de 1947 en San Francisco. Su padre abandonó la familia cuando tenía cinco años, dejándolo al cuidado de su madre en un hogar muy pobre. Se le deformaron las piernas por raquitismo debido a la falta de vitaminas y calcio.
Sin dinero para pagar una operación, su madre le hizo usar toscos aparatos ortopédicos y a calzarse los zapatos en los pies contrarios para fortalecer sus piernas.
El método funcionó tan bien que podía correr 100 yardas (91,4 m) en 9,9 segundos.
Pero ya entonces, O. J. se perfilaba como un “niño problemático”, que estuvo una semana en prisión a los 15 años por robar una licorería.
Al ser liberado, fue recibido por la estrella del béisbol Willie Mays, que lo orientó a mantenerse al margen de los problemas y dedicarse a explotar su talento.
Comenzó a correr en la dura pista de un proyecto de vivienda social de San Francisco y de ahí se catapultó a la fama y la gloria del fútbol americano en los Buffalo Bills.
Ganó el codiciado trofeo Heisman en 1968 y, en 1973, ganó el premio al jugador más valioso. En 1985, entró al Salón de la Fama de la NFL.
Sin querer salir del estrellato, pero consciente de que las piernas no le durarían para siempre, comenzó una menos brillante carrera como comentarista deportivo para luego enfocarse en Hollywood.
Dijo que tuvo suerte en llegar al mundo del cine cuando los actores negros eran más demandados, pero con excepción de algunos éxitos, como Infierno en la torre y Capricornio uno, las películas en las que trabajó no tuvieron demasiada repercusión.
Sí la tuvo en la industria de la publicidad, con anuncios para reconocidas marcas, incluidos los de la compañía de alquiler de autos Hertz, que le dieron reconocimiento y mucho dinero.