Entierro de la Sardina sigue cosechando generaciones

José Ángel Maicabares

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Reivindicando sus tradiciones folclóricas, el pueblo de Naiguatá celebró este Miércoles de Ceniza su tradicional Entierro de la Sardina, el cual se ha venido realizando de forma ininterrumpida por 62 años, gracias al aporte de los empresarios, pescadores y entes gubernamentales.

El origen de esta tradición remontan en Murcia en el siglo XIX como una fiesta pagana de tinte carnavalesco, que se fue expandiendo hasta llegar a Latinoamérica hasta llegar al suelo venezolano, particularmente a la población de Naiguatá en el año 1914, tomando una versión moderna en 1958.

Esta práctica europea acogida por generaciones en el poblado turístico de Naiguatá consiste básicamente en una parodia en la que se simula el paso del entierro de una sardina por las calles de la localidad.

Con el paso del tiempo para hacer la actividad más propia, se le han ido sumando nuevas temáticas.

Juan José Montes, quien ha portado el disfraz del cura del entierro por casi cinco décadas, comentó que la tradición se ha mantenido porque se ha tocado la conciencia de los pobladores para que no pierdan sus costumbres y tradiciones.

“El significado social del Entierro de la Sardina es la esencia cultural de un pueblo con tradición como nosotros. Hay que destacar que a lo largo de 60 años fuimos agregando algunas parodias como es el caso de los juegos show, la pelea de gallos, las reinas”, manifiesta  Montes.

Personajes que

van en el entierro

En esta peculiar tradición pagana y carnestolendas se observan disfraces como si se tratara del entierro verdadero, donde todos lloran. En este caso se aprecia el cura, los monaguillos, la viuda, el pájaro guarandol, el carite,  el cayuco. Asimismo, se incorporó el payaso, jóvenes haciendo alusión a un juego de dominó.     

“Todo esto que incorporó la nueva generación lo hemos aceptado porque nos damos cuenta que ellos están sintiendo de corazón nuestras tradiciones y han hecho todos los esfuerzos como lo hemos hecho nosotros para que no muera la tradición”, destaca José Gregorio Correa, quien ha participado en el entierro toda una vida.

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