Señora de Guadalupe: Patrona de toda la América Latina
Por el Pbro. Alfredo Bustamante.- Un sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a asistir a sus clases de catecismo y a oír la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac escuchó una voz que lo llamaba por su nombre.
Él subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol. Con palabras muy amables y atentas le dijo: «Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en Mí confíen. Ve donde el Señor Obispo y dile que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo».
De regreso a su pueblo, Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oir a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo.
De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguirle un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba.
El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano. Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.
Una vez ante Monseñor Zumarraga, Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio.
Pio X la proclamó como «Patrona de toda la América Latina»; Pio XI, de todas las «Américas»; Pio XII la llamó «Emperatriz de las Américas» y Juan XXIII «La Misionera Celeste del Nuevo Mundo» y «la Madre de las Américas».
La imagen de la Virgen de Guadalupe se venera en México con grandísima devoción y los milagros obtenidos por los que rezan a la Virgen de Guadalupe, son extraordinarios.
La tilma
A casi 500 años del milagro, la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe en ella plasmada sigue tan firme como el primer día. La ciencia no se explica el origen de la incorruptibilidad de la tela.
Al respecto, en entrevista publicada por Zenit (21.08.09), el doctor Adolfo Orozco, físico e investigador del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autonómica de México desde 1970, quien ha publicado decenas de investigaciones sobre las inexplicables características de la tilma señala: “El estado extraordinario de conservación de esta reliquia sagrada está completamente fuera de todo tipo de explicación científica. Todas las telas similares a la de la tilma que fueron colocadas en ambientes húmedos y salinos como el que rodea a la basílica, no duraron más de diez años”.
Orozco agregó que una pintura que copia la imagen de Guadalupe hecha en 1789 confirma este hecho. «Esta imagen fue pintada con las mejores técnicas de su tiempo. La copia era hermosa y estaba hecha con una tela bastante similar a la de la tilma original. Además, también estaba protegida con un vidrio desde que fue colocada allí», dijo.
Sin embargo, «ocho años después, esta copia tuvo que ser desechada porque estaba perdiendo los colores y las fibras se iban rompiendo. En contraste -precisa Orozco- la tilma original ya había estado siendo expuesta por 116 años sin ningún tipo de protección, recibiendo todos los rayos infrarrojos y ultravioletas de decenas de miles de velas que estaban cerca de ella; y estaba expuesta a la humedad y el aire salino que rodea al templo».