El Tapón del Darién no es bueno para excursiones ni para deportes extremos

-¡Ya no aguanto más, me voy pa’l norte!

Estalló la voz de Pablo, cerca de la licorería Alcatraz, de Playa Verde, en la plena avenida que ahora servía como sitio de reunión entre amigos para echarse los tradicionales tragos del sábado por la tarde, aprovechando la oferta de 2 cervezas por 1 dólar, y que la licorería ofrece baño para sus clientes.

-¡Marico!, ¡¿en serio?! Te pareces a Carlos Baute, cantas “yo me quedo en Venezuela, porque yo soy optimista”, pero igual te vas…le ripostó Juan José.

-Ya perdí las esperanzas, porque se ve a las claras que el gobierno y sus aliados siguen con su estrategia de no invertir en vainas productivas, de dejar que el país se caiga, y la oposición implosionó. Ya yo perdí las esperanzas, que son las últimas que se pierden, ¿no?

En segundos la mayoría de los celebrantes, cortaron lo que estaban hablando y se arremolinaron en torno a Pablo y Juan José.

¿Ya te preparaste? ¿Cómo vas a hacer? ¿Tienes un grupo? ¿Cuántos son? ¿Cabe uno más ahí?

-Si me pongo a prepararme mucho no voy a salir nunca. Además no es rafting, ni escalada libre. No es un deporte extremo, es atravesar el Tapón del Darién. Pero, sí ya tengo la mitad de la plata y la otra mitad me la va a reunir mi mujer, si Dios quiere, y me la manda por partes, porque ya me dijeron que si llevo todo conmigo, seguro me van a atracar los mismos coyotes a los que les paguemos por servir de guías a nuestro grupo.

Estas palabras del emigrante en potencia, eran muy graves, pero nadie quiso interrumpir. Estaban interesados en saber más, tú sabes, porsia.

-Martillé a Raimundo y todo el mundo, reuní 700 dólares y espero que en dos semanas llegue a los 1.000 mínimo, para arrancar, lo demás llegará en el camino…

-Pero, ¿por qué tanta prisa, Pablo?

-¡Porque en todas partes no están poniendo trabas! Hasta en el cielo nos están pidiendo visa a los venezolanos. ¡Porque hay un peo en gringolandia por los carajos esos que salen malandreando desde Nueva York. Además, ahora que la “presidencia” de Juan Guaidó está guindando, en cualquier momento van a tomar medidas y las cosas se van a poner más difíciles para cruzar el río Grande.

Aunque Pablo no lo dice, otra Espada de Damocles son las acciones de los gobernadores republicanos de Texas y Florida que han enviado buses y hasta aviones con inmigrantes venezolanos a las urbanizaciones de millonarios donde viven líderes del partido Demócrata, en una agresiva estrategia política, en línea con lo que fue bandera de Donald Trump: ¡No a los inmigrantes!

-Y, claro que hay cupo. Mientras más vayamos mejor, eso nos protege frente a las mañas de los coyotes, pues al fin y al cabo esos carajos son unos salvajes que han sobrevivido en esa selva por años, y es ahora cuando están recibiendo un respiro con el aumento del número de migrantes, dijo Pablo con emoción tratando de motivar a que se le unieran.

-Lo que no dices-intervino Mario, como fastidiado por el interés que la idea despertaba-, es que han muerto entre 14 y 18 venezolanos en “La Selva del Infierno”, como la llaman. No dices que son 8 días caminando, subiendo y bajando cerros, cruzando no un río, como siempre sale por las redes y los medios, que no precisan un carajo, sino varios. Que esa vaina es puro pantano de comienzo a fin, que se te hinchan los pies, que pierdes los zapatos…

-Pues, sí. Dalo por cierto han muerto 18, 36 o 72, si tú quieres, Mario. Sin embargo, esos mismos medios te dicen que 84.000 venezolanos han pasado en 8 meses por el Tapón del Darién, y súmale unos 50.000 de otras nacionalidades. ¿Hay que prepararse? Sí. Yo me estoy preparando: ¿haciendo ejercicio? No. ¿Comiendo más? No, ¿de dónde? Aunque me preparo mentalmente, porque no me quiero morir de hambre, sin hacer nada, esperando que vengan turistas a pasear por el restaurado Casco Colonial, o que la Ley de Zonas Económicas Especiales, genere empleo que jode. Más que Salva Foods, Texeira Duarte, y el bojote de aduaneras que cerraron, sentenció Pablo.

-No te molestes, vale. Pero entiende que estos meses septiembre, octubre y noviembre son los más lluviosos en esa tierra de nadie que es “La Selva del Infierno”. Además la temperatura no baja de 33 grados. ¿Cuánto es la sensación de calor? Esa vaina es infernal. A eso se le agrega la cantidad de animales peligrosos como pumas, jaguares, serpientes y los que tienen récord mundial de muertos en el mundo y que allí abundan: los zancudos…

-Tú lo que quieres es que me coma el tigre, le espetó Pablo, mientras empinaba su cerveza y se separaba un poco de su cuestionador, para no agravar la situación.

Todos se movieron con él y Mario se quedó solo con su fiel polarcita, que de tanto estirarla, se le había calentado un poco.

“Yo he leído que en esa selva, cuando se trata de la sobrevivencia, muchos dejan de ser solidarios, porque es su vida o la del compañero, pero claro, es mejor ir con un buen grupo, si son familia mejor y estar unidos. Para esa aventura extrema debes prepararte, llevar agua y dinero para comprarla, también comida. Y estar alertas, algunos coyotes no cumplen, pero, ¿cómo saber si el que te toca es un tramposo? Si a ver vamos a ellos les conviene que se sepa que sí son confiables, para “no matar la gallina de los huevos de oro”. Tienen que cuidar su negocio que les produce un millón de dólares semanales, bueno dicen…” respingó Mario, quien se sacudió porque se dio cuenta de que estaba hablando solo, otra vez.

“Nadie quiere escuchar consejos -insistió Mario para sí mismo-,  los zancudos y las moscas atacan rudo en ese pantano, que era todo colombiano, antes de que los americanos ayudaran para que se formara ese país: Panamá ‘Candela’. Le voy a decir a Pablo que lleve repelente, que no deje de llevarlo si quiere salir vivo. ¿Repelente? ¿Habrá usado repelente alguna vez en su vida?”, seguía en sus cavilaciones.

Los venezolanos nunca vieron a Panamá como sitio bueno para visitar, pero algunos iban, por avión naturalmente, “a raspar” las tarjetas de 5.000, luego 3.000 dólares, en los tiempos del presidente Hugo Chávez. Aun así no les era atractivo. Hoy los venezolanos pobres van a Panamá desde Colombia, pero solo de paso hacia Estados Unidos, usando la ruta menos costosa, aunque es la más peligrosa, que va desde Capurganá, Colombia, hasta la comunidad indígena panameña de Canáan Membrillo, trayecto que puede durar entre 7 y 10 días. Claro expuestos constantemente a robos y violencia sexual. 

La otra vía es la mejor porque te ahorra unos 6 días de camino, pero debes pagar 400 dólares a los lancheros desde Capurganá hasta Carreto, Panamá y luego cruzar la selva caminando durante 2 o 3 días hasta llegar a Canáan Membrillo, ya en Panamá. No le pares al calor. Toma más agua y no te olvides de respirar profundo, que el aire es lo único gratis en Darién. 

-Yo no estoy convenciendo a nadie, pero yo sí estoy convencido de que me voy a los Estados Unidos. No por eso que llaman “el sueño americano”. ¡No que sueño un carajo! Yo lo que tengo son pesadillas de tantas noches de acostarme sin comer, oyendo mi concierto de tripas. Es una vaina extrema ya. Por eso voy a arriesgar la vida, si es necesario, para vivir en un país donde uno al menos tenga agua, luz, gas, transporte, comida, y que se gane suficiente para mandarle a mis padres en La Guaira.

-Y donde cuando llegue una onda tropical como la del jueves, uno no se llene de barro, como anda todavía hoy domingo este mari, dijo Juan José señalando a Mamerto que, en efecto, tenía sus zapatos aún sucios, por puro descuido.

Todos rieron de buena gana, y aprovecharon para tomarse algo.

-¿Quienes quieren venir conmigo?, preguntó Pablo, finalmente

Se oyó un rumor.

“Yo no”, “yo, tampoco”, “es muy jodido…”, no había quórum.

-¡Yo sí me voy contigo!, exclamó Amaica, agarrando de las manos a sus 2 pequeños hijos, dando la sensación de que estaba dispuesta a arrancar de una vez.

Frustrado por la actitud negativa de sus vecinos, Pablo no valoró el entusiasmo de la bella y joven madre, y la pagó con ella:

-¡El Tapón del Darién no es apto para excursiones!

Rómulo Herrera 

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