Iglesia católica refuerza la escolarización de la etnia pemón en Kavanayén

Incansable es la labor de la Iglesia católica en las comunidades más necesitadas, incluso en aquellas tan lejanas como la de Santa Teresita de Kavanayén, en la Gran Sabana, donde los misioneros atienden al pueblo pemón desde 1943 cuando los capuchinos erigieron allí la misión para la evangelización.

Karyna Urbaneja, primera misionera que la Diócesis de La Guaira envía a estas remotas tierras, lleva cinco meses en la misión y relata que su función es de acompañamiento a la comunidad, “porque están muy organizados en cuanto al tema pastoral. Tienen su catequesis y preparan las misas especiales. Sin embargo, nosotros fortalecemos aquellas actividades que se realizan”.

Junto a Nacher Fleires, misionero procedente de La Guajira, se dedican a visitar los hogares de esa comunidad indígena a fin de constatar la realidad que allí se vive y con base en esa realidad poder identificar sus necesidades para ayudarlos. Una de ellas es que en Kavanayén hay muchos niños no escolarizados, a pesar de que existe una escuela pública.

“Viendo esa realidad y por sugerencia del padre José Luis Pereira, administrador del Vicariato Apostólico del Caroní, decidimos abrir una escuelita de manera informal para reforzar los conocimientos de los niños que están de vacaciones, pero sobre todo para centrarnos en esa población no escolarizada. Allí les enseñamos a leer, escribir y cálculos, lo básico que les servirá para la vida. Además, ayudamos en la catequesis, en lo pastoral y en las necesidades sociales. Ha sido una experiencia muy bonita”.

Son entre 20 y 25 niños que asisten cuatro días a la semana a las clases de tareas dirigidas. Con Urbaneja y Fleires están dos jovencitas, Hidalmary y Helys, que los ayudan en la actividad. En el lugar se encuentran la Unidad Educativa Nacional Kavanaru con 250 estudiantes y la Escuela Técnica Agropecuaria Kavanayén un una población de 80 alumnos aproximadamente. Ambas son del Gobierno.

Se dedican a la minería artesanal

Urbaneja manifestó que las necesidades de estas personas es una realidad natural, es decir “lo que uno ve como necesidad para ellos es normal. El indígena pemón vive para el día a día, no tiene esa preocupación por el futuro ni una mayor ambición, lo que trabaja es para comer y sus necesidades básicas. Y eso dentro de su cultura está bien y es lo normal”.

No obstante, hay una problemática en Kavanayén y es que la mayoría vivía del turismo, pero eso se acabó porque el combustible es costoso para los turistas y el lugar está muy lejos, dificultando a sus habitantes salir y entrar.

Esta situación lo ha llevado a trabajar en la minería artesanal para sustentarse, pues, lo que producen en sus conucos no es suficiente. Lamentablemente, la minería es muy peligrosa y a esto se suma que deben recorrer hasta un día de camino para llegar a las zonas mineras.

Un año de misionero

Señaló que ellos son enviados por las Obras Misionales Pontificias (OMP), institución de la Iglesia, cuyo objetivo es la promoción del espíritu misionero y universal de todos aquellos que están llamados a guiar y animar al Pueblo de Dios. Su misión dura un año, de los cuales ya tienen casi 5 meses

Están bajo la responsabilidad del Vicariato Apostólico del Caroní, asumido por la Diócesis de San Cristóbal, cuyo obispo es monseñor Gonzalo Ontiveros. “Aquí hay sacerdotes, seminaristas y laicos de la Diócesis de San Cristóbal. Por el tema fronterizo, hay algunos sacerdotes y seminaristas de Brasil.

Anteriormente estaba dirigido por los franciscanos capuchinos, pero desde hace un poco más de un año cambiaron de dirección. Destacó que el Vicariato Apostólico del Caroní lo fundaron hace 100 años los franciscanos capuchinos, y ellos son quiénes han evangelizado y ayudado a civilizar toda esta zona, por supuesto, conservando y promoviendo mucha de la cultura indígena./jd

Por Laura De Stefano

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