Venezuela merece salir del foso y hay que aprovechar esta oportunidad

Los venezolanos que llegan directo en carro, a 5.560 metros sobre el nivel del mar, cerca de la cúspide de la cumbre de El Chimborazo, y caminan sobre una alfombra blanca de nieve, bajo una leve lluvia de granizo que acaricia, se emocionan hasta el paroxismo cuando se encuentran, allí mismo, el monumento en el cual consta el agradecimiento eterno del pueblo ecuatoriano al héroe de América, el genio valiente y visionario, el Libertador Simón Bolívar, el paisano, pues.

¡Qué orgullo! 

Uno siente que de verdad tenemos sangre de libertadores. Y es que se entiende mejor la grandeza de Bolívar cuando estás ahí, en medio de la nieve en Los Andes centrales, en el volcán Chimborazo, el más alto del Ecuador, el punto más alejado del centro de la tierra, y el punto más cercano al sol, estás ahí donde Bolívar escribió su Delirio sobre el Chimborazo:

“Yo venía envuelto con un manto del Iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al dios de las aguas. 

Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del universo. 

Busqué las huellas de Condamine* y Humboldt*; seguílas audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial; el éter sofocaba mi aliento. 

Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que puso las manos de la eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de los Andes”.

Soldado, pensador, poeta y visionario. Así era Simón Bolívar, el más grande de América, más grande que José de San Martín, Libertador de Argentina y Chile, quien el año 1822, en la Entrevista de Guayaquil, le entregó el testigo a Bolívar para que culminara la libertad de Perú. Ellos dos fueron los más grandes, sin duda. Allá a lo lejos quedaría el poeta y ensayista cubano José Martí. 

¿A qué viene todo esto?

Nostalgia, tú sabes. Porque uno no se explica cómo en apenas 23 años llegamos a ser lo que ahora somos: un país en ruinas, del que han escapado 6 millones de venezolanos que ni en sus más dulces sueños o amargas pesadillas, se veían huyendo del país, y que como parte de un castigo inmerecido, recorren el mundo, a pie, buscando una oportunidad para al menos comer, mientras el resto, unos 25 millones que no han querido o no han podido emigrar, pagan su pena con hambre, miseria y desesperanza.

6 millones pueden ser un país completo, pero no lo somos. Somos individuos dispersos con familias desintegradas, diseminados por América, unidos solo por WhatsApps, aguantando la xenofobia y los abusos de quienes nos reciban a los emigrantes con los brazos abiertos, cuando comenzó el éxodo, pero que ahora nos miran con un poco de desprecio, incredulidad y hasta temor: 

“El veneco está dispuesto a trabajar por menos y me puede quitar mi trabajo”, quizás piensan.

-Ecuador es un país pequeño -afirma con rabia y descaro un taxista ecuatoriano-, y 500 mil venezolanos es demasiado. Pero Rafael Correa les dio vía libre por su Socialismo del Siglo XXI y nos jodió a los ecuatorianos.

Ese es el lamento, que hace 4 o 5 años no se escuchaba, pero que ahora retumba. Claro, al principio no pensaban que tantos venezolanos llegarían caminando a su país, a saturar un poco más los ya colmados servicios públicos de un país que no es ni rico ni pobre, sino todo lo contrario. Que fue libertado por Simón Bolívar y el Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, es verdad y lo agradecen, pero…

-Ustedes ¿tienen las reservas de petróleo más grandes del mundo? Jeje, y ¿cómo es que andan por ahí pelando bolas. Ustedes son unos fracasados”, me dice un quiteño con sorna en el bautizo de su nieto, hijo de un venezolano amigo mío, a quien obviamente el cdsm no quiere y, por extensión a todos los libertarios.

Atrás queda el golpeado orgullo de ser venezolano, pues el orgullo se va al carajo cuando tienes que avanzar arrastrando los pies hinchados, atravesando la selva del Darién, bajo una lluvia de zancudos inclementes, los mismos que matan a decenas que han quedado por ahí tirados a la vera del camino, en esa tierra de nadie entre Colombia y Panamá.

“¡¿Más venezolanos?!, exclamó con descaro la conserje de un edificio al que estaban llegando con su mudanza unos venezolanos. Era un edificio nuevo de clase media profesional, en la urbanización San Francisco, en Panamá Centro.

Ya los panameños no quieren recordar que Panamá, era un país muy pequeño que vivía solo de su Canal, con unos eternos 30 grados centígrados de una temperatura que abrasa, en medio de una humedad tremenda. Un país pobre hasta que llegaron los huyentes venezolanos de hace 20 años, con sus capitales. Y la transformaron con grandes edificios, centros comerciales de lujo y mucho movimiento comercial. 

¿Hijos de libertadores? Sí, pero condenados, ¿quién sabe por qué pecado?, a ser lo que ahora somos: caminantes que hacen camino al andar, aunque en las arenas calientes del desierto más seco y árido del mundo, el Atacama, en Chile, no persisten huellas de nadie. Solo el sonido de los vientos queda, y se repite en la inmensidad, como un lamento de los venezolanos que sufren mucho más que los soldados libertarios que llegaron hasta la ciudad de Ríobamba, al pie del Chimborazo, y acompañaron a su líder hasta la cima donde Bolívar habló con “el tiempo”:

“Yo me dije: este manto del Iris que me ha servido de estandarte ha recorrido en mis manos regiones infernales, surcado los ríos y los mares y subido sobre los hombros de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marca de la libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor del Iris, ¿y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra?”

Así seguía el Libertador en su delirio a cero grados celsius, apenas calzado y con poco abrigo, sobre la fría nieve.

Pero, estos migrantes venezolanos no caminan para llevar libertad a los pueblos de América, ni siquiera lo hacen por su propia libertad, ya ni eso les importa: andan en busca de comida y cobijo, desnudos del alma, con los pies hinchados y el alma encogida, ya casi sin esperanzas, pues ¡Les robaron la vida! 

“¿De dónde son ustedes?, le pregunto a unos venezolanos que estaban pidiendo limosna en el cruce de las avenidas República y Amazonas, en el corazón de Quito.

“De Ocumare del Tuy”, me contesta una señora un poco robusta ella.

“¡Ocumare! Allí fue Alcalde mi amigo y colega Julio César Marcano, excelente locutor.

“¿En serio? Él es mi primo, me dice. 

“Ummm…¿y no te ayudó aun cuando era Alcalde y dirigente del chavismo?

“No. En realidad él no hizo mucho por el pueblo ni por nadie. Tomaba mucha caña…

Ocumareños emigraron en cholas y hasta en silla de ruedas. “Porque no se puede vivir sin comida”

“¿Por qué te envaneces niño o viejo, hombre o héroe?

¿Crees que es algo vuestro universo?

¿Que levantaros sobre un átomo de la creación es elevaros?

¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a mis arcanos?

¿Imagináis que habéis visto la santa verdad?

¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos?

Todo es menos que un punto a la presencia de lo Infinito que es mi hermano”.

Así le habló “el tiempo” a Bolívar.

¿Vanidad? ¿Éramos vanidosos los venezolanos?

A los ojos de los demás latinos sí. Aunque no era nuestra culpa, pues esta era una tierra de promisión, donde hubo gran movilidad social. Desde los tiempos de Pérez Jiménez, el dólar a 4.30, le permitía a cualquier galápago venezolano, exclamar ante los precios de las mercancías, “tá barato, dame 2”.

“¿Por qué me trata mal, señorita?, le pregunto a una joven dependienta de una tienda en el Dolphin Mall de Miami.

“Yo no lo estoy tratando mal, pero ustedes los venezolanos todo lo echan a perder. Compran a cualquier precio que se les diga y hacen que las cosas se pongan más caras. Por eso el resto de los latinos, que no tenemos la plata que ustedes tienen, nos vemos en dificultades para comprar lo que nos gusta. ¡Eso molesta!, dijo entre dientes sin importarle que yo le estaba comprando.

“Sobrecogido de un terror sagrado, “¿cómo ¡oh Tiempo! -respondí-, no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres en fortuna porque me he elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; llego al Eterno con mis manos; siento las presiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia; y en tu rostro leo la historia de lo pasado y los pensamientos del destino”.

“Observa, me digo: aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de los semejantes el cuadro del universo físico, del universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado; di la verdad a los hombres”.

¡Qué grande eres, Padre! ¡Que gran autoestima tenías, Padre Libertador de América!

¡Vamos, bolivarianos del gobierno, herederos de Bolívar y de Chávez: ¡Arriba ese espíritu de grandeza!. ¡Basta de medianías! 

Tenemos riquezas tangibles e intangibles que nos permitirían desarrollarnos de verdad, si ustedes que lideran abandonan el camino equivocado que ahora nos obligan a transitar.

Este es el momento. Tienen todo el poder, la oposición implosionó. Solo les falta el espíritu de grandeza del héroe de América, ese al que tanto nombran, y cuyo legado tangible de libertad aún disfrutamos.  

Autoestima arriba, orgullo venezolano. Aprovechen ese apoyo-rendición de los 25 neonotables, y la convicción generalizada de que ya no hay liderazgo de la oposición. Tienen todo el poder, solo falta la disposición para cambiar el rumbo, abandonando el camino, señalado por Fidel Castro, de la dominación por el hambre y la miseria, para asumir la ruta del crecimiento que es la que nos conducirá a la estabilidad política, económica y social. Para que Jorge Rodríguez, pueda afirmar, esta vez sí con razón:

“¿Diálogo para qué? Si aquí no hay conflicto”.

Pero, sí lo hay. El psiquiatra sabe que sí hay un conflicto social subyacente, porque “con hambre no hay paz”, dijo Gandhi, y los trabajadores, beneficiarios en teoría de las reivindicaciones planteadas por ustedes y Carlos Marx y Friedrich Engels, en el Manifiesto Comunista publicado el 21 de febrero de 1848, deberían ser la nueva fuente del poder, el Poder Popular mismo. Pero no ha sido así. Los trabajadores, repito, y sus familias, no pueden comer con 30 dólares y eso lo saben ustedes.

Lo sabe el gobierno, mejor que nadie, pero lo padece es el pueblo, ese que es la musa que inspira y alimenta la dialéctica, la semiótica y hasta el realismo mágico de la Revolución Bonita.

Cambien el rumbo. Háganlo ahora, es lo que procede, nadie más lo puede hacer.

Ustedes saben de pragmatismo y tienen que aplicarlo ahora, sobre todo después del 21 de noviembre cuando el pueblo chavista se reveló y no quiso votar por el hambre y la escasez de servicios, porque no son masoquistas: solo 17% de los 22 millones de venezolanos con derecho a voto, acompañaron a nuestros artistas de la labia, y lanzaron una alerta a la dirigencia madurista: Ya la gente quiere resultados mínimos, por lo menos comer, mientras se avanza desnudo, no importa, pero con un empleo que alcance para comer. 

Observen: Solo se ha mantenido, por encima de las dificultades, 17%, el resto se rebeló, porque ya no es una ecuación simple de: a menos pan más paja. No, el 21 de noviembre tiene que estar presente en sus mentes. ¡Para eternizarse en el poder hay que ser consecuentes con el pueblo trabajador!

Pragmatismo ya como el de los 25 neonotables, que visto que los líderes de la oposición la destruyeron, quieren que se suspendan las sanciones y se les permita al gobierno colocar millones de barriles de petróleo, aprovechando la actual coyuntura, que al parecer va para largo, para aumentar la producción y cubrir parcialmente el déficit de petróleo y gas que está dejando Rusia. Esa es la clave y es el ejemplo a seguir. Actuar con pragmatismo ante la crisis energética que sacude el mundo por la invasión de Rusia a Ucrania: Vamos a vender petróleo que para eso tenemos bastante.

Los 25 lo que están haciendo es adecuarse a esta realidad que vivimos, que debe ser aprovechada, para beneficio de todos los venezolanos, con ustedes de primero, claro.

Nada de solidaridad ideológica, porque Vladimir Putin es producto del fracaso del socialismo, que llevó al hambre y la miseria, hasta el límite, a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Putin no es socialista. ¡Por Dios! Él fue pupilo de Boris Yeltsin, quien tuvo el tupé de disolver junto con Mijaíl Gorbachov a la URSS e ilegalizar al partido comunista en Rusia.

Apliquen con pragmatismo, la perestroika venezolana para liberar la economía, invertir recursos del Estado y los recursos de la gente del gobierno en el sector primario, en la producción que es la que genera empleos y riquezas, en el entendido de que potenciar el desarrollo económico va a fortalecer al gobierno y con crecimiento económico ya no tendrían que estar actuando permanentemente. Ejemplos Xi Jinping, el jefe eterno de la segunda potencia del mundo.

 Además, ya no tendrían que andar buscando pretextos, ya no habría sanciones, ni a nadie le importaría, para nada, el nuevo orden mundial está en marcha y la interdependencia nos pone en posición ganadora. 

Interdependencia, es el concepto moderno de la nueva psicología. Nadie es independiente ni totalmente dependiente: Somos interdependientes. Así es como funciona el mundo y de eso abusa Putín.

Son nuevos tiempos. Libérense, aumenten el pan, bajen el circo; monten ustedes mismos negocios que produzcan, que transformen y también que comercialicen esos productos, toda la cadena, y hagan que volvamos a ser lo que merecemos ser: un país con tanto desarrollo como tienen los Emiratos Árabes, nunca más el país de miseria en que hemos sido convertidos, a pesar de las reservas petroleras y de ser la cuna del más grande: el Libertador Simón Bolívar. 

*Charles-Marie de La Condamine (París, Francia 28 de enero de 1701-París 4 de febrero de 1774) Fue un naturalista, matemático y geógrafo francés, quien hizo estudios sobre el meridiano terrestre, en Ecuador.

Alexander von Humboldt o Alejandro de Humboldt, polímata, geógrafo, astrónomo, humanista, naturalista y explorador alemán, hermano menor del lingüista y ministro Wilhelm von Humboldt. Está considerado como cofundador de la geografía como ciencia empírica. Adelantado a su tiempo, fue pionero del pensamiento ecológico, y la primera persona que escribió sobre el cambio climático. La Academia francesa le calificó como “el nuevo Aristóteles”.​

Salen del país caminando, cargando con sus hijos para buscar sustento en otros países

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