Manuel Rosales, el hombre que con bríos logró un imposible

Marlene Nava Oquendo

Parece romance de caballería esta atrevida cruzada suya del 2006: desafiar a Chávez en el propio Olimpo de su reinado; conseguir el apoyo de 44 organizaciones; emprender un peregrinaje por todos los caminos del país siendo un desconocido; recorrerlo de punta a punta en solo tres meses; robarse, como eslogan, el verso de un reguetón del top ten de la época, Atrévete, por lo que estuvo a punto de ser demandado. Y, finalmente, competir con bríos por un imposible y reconocer el triunfo ajeno al instante de conocerse los resultados, sin un solo gesto de derrota en su rostro, sin una vacilación en su voz.

Como son también de novela algunas historias urbanas que circulan por Maracaibo: se cuenta que un día este chamo llamado Manuel Antonio se estacionó repentinamente en una calle ante una violenta pelea, bajó del vehículo y, en solidaridad con el que lucía perdedor, se fajó con el contrincante a puño limpio. Entonces, aseguran los brolleros, era muy joven.

Y parece también de ficción este resultado de hoy, logrado en situación de total desventaja; con un juez electoral que a menudo culipandea; con muy pocos recursos; un adversario mafioso y trajinador; todos los pronósticos en contra; su universo de electores dividido. Y, como por arte de magia, resulta tiro al blanco. Y olé.
Vox populi: se considera que es el mejor gobernador que ha tenido el Zulia. En la memoria del colectivo está muy cerca la profusión de carreteras, de comedores escolares, de centros de salud, de becas para estudios superiores, de obras públicas, de escuelas de primera, de jornadas de recreación, de actividades deportivas, de adelantos tecnológicos, de respuestas a las necesidades colectivas en ocho años de gestión. Porque Manuel Rosales Guerrero está convencido de que la responsabilidad de un gobierno es velar por los derechos de todos los ciudadanos.

En cambio —tal como lo afirmó en el discurso de su proclamación— no le preocupan los memes, tiktoks, mamaderas de gallo ni sobrenombres de parte de sus enemigos políticos. Nunca le han importado. De hecho, desde su niñez y durante su juventud lo llamaron «piro-piro». Y él lo ignoró en silencio. Hasta que pasó a ser un recuerdo. Ellos, dijo en su discurso, me menosprecian. Pero yo les doy sorpresas.

Y vaya que las da. Este muchacho campuruso y tímido se asomó un día a Maracaibo en los años ochenta y desde entonces se ha mantenido enfebrecido por la construcción de un entorno habitable, humano, para sus paisanos. Poco a poco fue ocupando espacios y acumulando barajitas para el juego final. En silencio, sin que nadie lo notara, tejía los hilos de su propia historia.

Venía de ser concejal en Santa Bárbara del Zulia (municipio Colón). Y se incorporó a la Asamblea Legislativa en su condición de diputado suplente por Acción Democrática (AD). Por esos años reinaba un movimiento interno de AD conocido como Los Bachacos, cuyo gurú —plenipotenciario y sagrado— era Américo Araujo. En este grupo Rosales no era querido. El joven colonés no se sometía al jeque reinante, que trataba entonces de arrinconarlo. No obstante, se hizo miembro de la Dirección Juvenil de ese partido, en la que recibió apoyo de su amiga, hermana y comadre Marlene Antúnez, entonces secretaria de la Cámara y hoy es su mano derecha.

Muchas otras funciones se echó al hombro a lo largo de estos años. Fue miembro fundador de la Universidad del Sur del Lago, docente y auditor interno del Concejo Municipal de Colón, alcalde de Maracaibo, gobernador de Zulia durante ocho años y fundador de Un Nuevo Tiempo. Muy joven estudió derecho y administración en la Universidad de los Andes y se especializó en gerencia y recursos humanos.

De una familia de esas de antes, con muchos hijos —10 en este caso— y una disciplina férrea, formada en una zona rural pródiga, pero difícil, por Deomira Guerrero y Manuel de Jesús Rosales, es el mayor de los varones. Obligado por los usos y costumbres a ser una especie de sustituto de su padre, con autoridad sobre sus hermanos menores, Manuel Rosales adquirió este don de mando que le es propio. Da órdenes sin plantearse posibilidad alguna de que sean violentadas.

En las reuniones del directorio regional más de una de sus directoras ha llorado frente a la dureza de sus amonestaciones. Es ciertamente un jefe muy exigente debido a su intenso apego a la perfección. Y en respuesta a ella supervisa cada una de las obras que encarga en su gestión.

Unos días antes de inaugurarse la hermosa edificación de la biblioteca pública de Maracaibo, se presentó a las dos de la madrugada.

—Llamen al arquitecto, porque este techo no es el que pedí. Contraté una obra de primera. Así que lo vais a tumbar y a hacer uno nuevo, como debe ser.

—Cómo no, señor Gobernador, mañana a primera hora…

—No —interrumpió—, mañana no. Buscá a los obreros ahora mismo. Yo me voy a sentar aquí a verlo demoler.

Su primera caminata formó parte de un desfile de equipos deportivos que él mismo organizó en la urbanización San Jacinto, de Maracaibo. Lo enorgullecía que la marcha fuera escoltada por la banda Rafael Urdaneta, que se la había prestado la Gobernación. Su meta en aquel momento era la Alcaldía de Maracaibo.

Desde entonces han sido las caminatas el fundamento de sus campañas. En ellas muestra una fortaleza excepcional. Recorre kilómetros con idéntica energía de principio a fin. Evocando el mensaje y la actitud de Carlos Andrés Pérez, su mentor y modelo.

Sus detractores aseguran que se ha lucrado del erario público. Pero ningún chavista ha contado que su finca en la zona Sur del Lago le fue expropiada, como les ocurrió a decenas de productores en las ricas tierras colonesas.

En abril de 2009 renunció como alcalde de Maracaibo, cuando fue acusado de corrupción por el gobierno de Chávez. Y huyó a Perú, donde recibió asilo político. Se mantuvo en el exilio durante siete años. Al regresar al país fue detenido y cumplió un año de prisión.

Se cuenta también que es afecto a las mujeres hermosas. Y que lo conmueven de manera especial unos ojos verdes. Para muestra su esposa, Eveling. Y que si todavía fuese costumbre, podría empeñar el bigote, como en otros tiempos. Tal es el valor que le da a su palabra.
Una tarde, en una barriada del sector El Marite, en el oeste de la ciudad, una viejita se le acercó, le entregó un pedazo de busaca arrugado y feo. “Ahí están mis datos. Ayudame, hijo. Dame una casita; no tengo donde vivir”. Él tomó el papel, lo guardó y a los dos meses ordenó que se le entregara la vivienda a la señora.

Manuel Rosales no es simpático, no le interesa serlo. No se ríe. No ama el protocolo. Al pan, pan, y al vino, vino. Es parco, inexpresivo, serio. Cuando le hablas, te recuerda la actitud de un felino, de su cautela, de su capacidad de observación, de su estado de alerta. Y está dotado de una gran reciedumbre, la virtud que —según definición oficial— lleva a abrirse paso hacia una meta, luchando enérgicamente por superar las dificultades que aparecen en el camino con voluntad, dureza, señorío y dominio del propio yo.

En su recorrido por tanto vericueto ha cometido errores también sobresalientes. El mayor de ellos, lo reconoce él mismo, fue aquel del 2002, cuando entre muchos otros firmó y avaló el decreto que proclamaba a Pedro Carmona Estanga como presidente de la República tras la breve caída de Chávez por un golpe de Estado del día anterior.

Hace 200 años Maracaibo vivió el más importante de sus momentos históricos: su ruptura con la Corona española bajo la condición de República Democrática. Ocurrió el 28 de enero de 1821. Tal decisión empujó el triunfo definitivo de la causa patriótica en el campo de Carabobo. Y es que el comandante de las tropas españolas, Pablo Morillo, consideró que con esta decisión se rompía el armisticio suscrito con Bolívar en Trujillo y se reanudaba la guerra. De allí que el Libertador diseñó una estrategia que cerró con la batalla de Carabobo y la independencia del país.

German Cardozo, historiador zuliano, vaticinaba que la antigua provincia de Maracaibo en el futuro volvería a empujar el devenir de Venezuela. ¿Será posible que el Zulia asuma actualmente, en sus manos, el liderazgo en el camino hacia la libertad?

Manuel Rosales ha lanzado la propuesta a todo el país. Hay razones para creerle.

MARLENE NAVA OQUENDO | @marlenava

Individuo de Número de la Academia de la Historia del Estado Zulia y periodista. Fue secretaria de Cultura de la región, profesora de la Universidad del Zulia y ha realizado un denso trabajo en pro del rescate de la cultura e historia mínima de la ciudad.

¿Alguna denuncia o solicitud? Dilo aquí