Proliferan las barberías callejeras a raíz de la pandemia
La pandemia ha sido frustrante para los barberos. Muchos tuvieron que dejar sus trabajos cuando debido a la cuarentena, las barberías en las que estaban fueron obligadas a permanecer cerradas durante meses.
Con este escenario, optaron por comenzar a afeitar en la comodidad de sus casas, ahorrándose el pago de alquiler y de luz. Fue así como se multiplicaron las barberías caseras e incluso callejeras: Ahora cualquier lugar es aprovechable para que nazca una barbería y los clientes casi nunca faltan.
Charlie Canache es uno de los que armó su «tarantín», como él mismo lo llama, en Navarrete, uno de los lugares concurridos de Maiquetía.
Asegura que ya lleva tres años en el oficio, que aún en los momentos más críticos le ha servido para sobrellevar la crisis económica.
Comenzó en las calles de Gato Negro, Caracas, sin ley que lo protegiera, por lo que la persecución policial lo obligó a empezar desde cero en su estado natal.
«Los policías me quitaban hasta $30 diarios. Cuando arranqué aquí en Navarrete los policías intentaron sacarme. Decían que no podía trabajar en la calle, pero gracias al apoyo de los vecinos no pudieron», contó.
Para abrir el puesto recurrió a la «solidaridad comunitaria» como él mismo lo explicó. La electricidad se la presta un amigo que vive cerca de su puesto, al igual que le facilita el agua.
Su trabajo solo es afectado por el clima. Puso un techo con una capa de plástico, pero cuando llueve se tiene que recoger.
Canache no ofrece un servicio completo como le gusta a muchos: lavado y gel para el cabello, limpieza facial y bebida, tal como en otras barberías, donde el cliente puede pagar hasta $20. Es por ello que mantiene un precio solidario.
El corte está en $2, los clientes van y pagan en divisas, efectivo o pago móvil. Sin embargo, destacó que no todos los días son buenos y por eso en ocasiones no lleva nada a su casa.
«No alcanza»
Luis Alberto es otro de los barberos informales. Su puesto de trabajo lo montó en las adyacencias de la Casa Guipuzcoana, La Guaira. Antes de la pandemia hacía los cortes en su casa, pero su clientela mermó un 80% y tuvo que salir a la calle a buscarlos.
«Llego aquí a las 9:00 am y me quedo hasta la tarde. Mi esposa me prepara el almuerzo porque no puedo darme el lujo de comer en la calle. Cuando no vengo es por alguna emergencia».
Tiene el corte en $1 a diferencia de las barberías profesionales de Maiquetía, que están en $5. A diario suele redondear unos $15 y a veces hasta un poquito más.
«Para vivir del día a día digamos que me alcanza para cualquier cosa, pero me veo complicado porque en mi familia somos 5 integrantes», explicó.
Esto tampoco le alcanza para cubrir los gastos de los implementos de trabajo y por ahora solo tiene lo básico: un secador y máquina que no son profesionales, dos peines que se trajo de casa, un cepillo un tanto desgastado, una brocha para sacudir el cabello que corta y un atomizador.
Una máquina profesional cuesta $100 en adelante, por eso él mismo le hace mantenimiento a la que tiene, le pone aceite para evitar el desgaste del motor y también desinfecta las hojillas con alcohol.
Cortes más solicitados
Los barberos coinciden en que los cortes más solicitados son los degradados, el clásico e incluso el Mcgrady. Los niños y jóvenes piden rayas laterales para remarcar el peinado./HB/jd