Las palabras de José “Pepe” Mujica, exguerrillero, expresidente de Uruguay y símbolo del socialismo latinoamericano, son una verdad tan grande como lo es el dolor de las familias humildes que son las que más padecen esta hambruna que no cesa.
Nos quedamos sin comida, Don Pepe, pero también sin electricidad, sin agua potable, sin medicinas, sin motos, sin carros, sin repuestos y sin alegría. Hasta sin gente nos estamos quedando porque esta crisis es dura de soportar. Lo único que aún tenemos es petróleo: las reservas más grandes del mundo, aunque estemos importando gasolina.
Nosotros estamos mal, presidente Mujica, y necesitamos de la ayuda de hombres de su trascendencia, capacidad y estatura moral. También el apoyo de su paisano Luis Almagro, del Papa y de quienes como usted, tengan la buena voluntad de ayudarnos.
Porque hay muchos que ayer eran amigos y que hoy nos dan la espalda, como si se tratara de un país paria. Nos quedamos sin comida Presidente, y sin la plata para comprarla a países que, como el suyo, exportan los excedentes de su producción.
La extensión territorial completa de Uruguay es de 176 mil 215 kilómetros cuadrados, es decir el 19,23% del territorio venezolano. Eso es mucho menos de lo que nosotros tenemos en tierras cultivables y perdóneme, pero es que da rabia que un país tan pequeño como el suyo, nos mate el hambre a nosotros. A nosotros que somos un país petrolero, mientras ustedes tienen que importar cada uno de los barriles que consumen.
Usted dice que “los venezolanos se ocuparon más de la exportación de petróleo que de la producción de alimentos, pese a contar con las condiciones naturales para garantizarlos”. Gracias, pero de la exportación petrolera se ocuparon en el Medio Oriente: Arabia Saudí, Dubai, Qatar, Abu Dhabi, Kuwait; los mismos que hoy nadan en la opulencia y tienen acreencias de los países desarrollados, mientras Venezuela le debe una vela a cada santo.
Llevamos tres años en decrecimiento económico, aunque tenemos, contradictoriamente, la inflación más alta del mundo: estanflación, pues. Y es verdad Don Pepe, tenemos las condiciones naturales para producir alimentos: tierras fértiles, agua, vialidad y gente competente. Pero aquí no hicieron como usted, que favoreció la inversión nacional y extranjera, apoyó a los productores del campo e impulsó el crecimiento de su país.
Aquí se expropiaron haciendas como La Marqueseña, La Carolina, Hato El Frío, Hato Piñero, Hato Trinidad y La Iguaraya, propiedad de Franklin Brito, quien se inmoló en huelga de hambre para que se la devolvieran.
Hoy todas están en ruinas. al igual que Agroisleña, que era gran apoyo para todos los productores. Usted tuvo la inteligencia de aclarar el día de su toma de posesión que “es necesario seguir reglas claras que no son de izquierda ni de derecha”. Palabras sabias que señalan lo que hay que hacer: utilizar lo mejor de uno y otro sistema.
Lo mejor del capitalismo, liberalismo o neoliberalismo, con lo mejor del socialismo, nutriéndose (que nada lo impide) de las experiencias de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, antes de la Perestroika, y de otras vivencias, siempre que no sean tan fallidas como las cubanas.
Ojalá lo analizaran a usted, que deslastró al Estado uruguayo de empresas enfermas, contaminadas por la burocracia que tanto daño hace a los países normales, cuanto más a los que la utilizan como instrumento para el clientelismo político.
Quiera Dios que copien de sus 5 años de Gobierno, el logro del crecimiento sostenido, la austeridad, el pensamiento de avanzada y la honestidad. Mejor aún, que gobierno y oposición estudiaran su capacidad de diálogo, su amplitud y generosidad.
Por último este humilde editor venezolano de provincia quiere agradecerle a usted, porque en tan pocas palabras ha dicho tanto a los hijos de esta tierra de grandes hombres y recursos hoy es golpeada por el infortunio. “He tratado de ayudar en todo y no he podido.
Yo quisiera ayudar más, pero no he encontrado la forma (…)”. O sea, que no se dejan ayudar. Que ni Gobierno ni oposición, ni oposición ni Gobierno aceptan su valiosa ayuda, que no hay voluntad política para encontrar una solución a la gravísima crisis que padece el pueblo venezolano.
Pero tienen que oírlo, Don Pepe, y buscar soluciones, porque es un imperativo de este momento “enredado y tenso”, como usted lo describe. El pueblo venezolano no se merece este sufrimiento y reclama de ambos factores amplitud y grandeza. Hasta el Papa, por boca del Cardenal Baltazar Porras, está pidiendo conciliación.
El Gobierno debe ponerse de acuerdo, primero en lo interno y luego hacia afuera, con los sectores que lo adversan y que completan el todo democrático. La Unidad tiene que sincerarse y enseriarse. Ya todo el mundo se ha dado cuenta de que no quieren ubicarse en torno a un líder para que realmente se canalicen los diálogos, que no son posibles con un ente bicéfalo, tricéfalo o cuatricéfalo. Gobierno y oposición tienen que poner por encima de sus ambiciones, el futuro y el honor de sus hijos y nietos, y también de los hijos y nietos del pueblo venezolano.