Unidad
Por: Román Ibarra
En un proceso electoral tan difícil; breve, y comprometido como el que estamos viviendo, es necesario cuidar muchas aristas para evitar yerros que pudieran comprometer las posibilidades de un eventual triunfo.
Se trata de un esfuerzo gigantesco, toda vez, que estamos compitiendo contra un gobierno autoritario; sin escrúpulos, y dispuesto a todo por mantenerse en el poder.
Si tuvieran en su fuero interno genuino carácter democrático, entenderían que la alternabilidad es un bien del sistema político en libertad, precisamente para su remozamiento periódico, sin sobresaltos ni rupturas. Esa es la razón que nos anima a proponer una reforma constitucional que impida de manera definitiva la reelección presidencial.
Es un error garrafal tener un gobierno del mismo signo a lo largo de 25 años, y sería un error aceptarlo en el futuro inmediato, si una nueva mayoría alcanza el poder en las próximas elecciones. Es conveniente para todos la gobernabilidad del sistema democrático, y por ello se hace necesario limitar la duración de los períodos presidenciales. Volver, por ejemplo, al sistema quinquenal como en la Constitución del 61, pero sin posibilidad alguna de reelección inmediata, o mediata. Es un error pensar que lo que no se hizo en cinco años, se puede lograr en cinco más. Es una trampa!
Varias veces hemos propuesto la necesidad de poner el acento en una reforma constitucional consensuada con todas las fuerzas representadas en el próximo parlamento a elegirse en 2025, pero es perfectamente posible diseñar desde ya, las líneas maestras de un plan de gobernabilidad en ese sentido. Plan de gobernabilidad y desarrollo que deberá ser respetado y acatado por todos, con independencia de quien gane las elecciones. Un Acuerdo de Estado.
También se hace necesario volver a la bicameralidad, un gran equilibrio entre la Cámara de Diputados, y la del Senado. Promover la doble vuelta presidencial; eliminar la Constituyente; el Referéndum Revocatorio; garantizar la rendición de cuentas; independizar; profesionalizar, y dar autonomía al poder judicial. Profundizar la descentralización regional y municipal, entre otras. En fin, disipar los males que hoy nos aquejan e impiden nuestro desarrollo.
Cuando hablamos del consenso para las reformas, tiene que ver con el hecho de que no vuelva a ocurrir que una nueva mayoría circunstancial abrume, y vulnere al contrario imponiendo su visión parcializada de la forma de conducir el Estado. Ya lo vivimos estos 25 años, y hay que evitarlo a toda costa.
Está claro que si no han logrado cambios significativos para mejorar la vida del ciudadano en estos 25 años, puedan hacerlo en un nuevo gobierno. Por eso, es imprescindible procurar acuerdos en la oposición para alcanzar un triunfo inobjetable, abrumador. Es difícil, pero no imposible.
El desarrollo de la campaña va marcando tendencias, y creemos que con un pacto se puede escoger una, o dos encuestadoras aceptadas por todos, a objeto de determinar un solo candidato para enfrentar al gobierno; unir esfuerzos también en la defensa del voto, y establecer un comando central de campaña.
Se hace necesario un nuevo comienzo pactado, para que la política se ocupe de las razones de Estado, y la justicia de los asuntos que le son propios. Necesitamos un equilibrio de poderes; pesos y contrapesos, para un desarrollo armónico del sistema democrático, donde el gobierno trabaje; la oposición lo controle constitucionalmente; en el que el ciudadano se pueda dedicar a las actividades cotidianas de su preferencia; formación y vocación, sin más limitaciones que sus propias capacidades y esfuerzo. Armonía entre: Gobierno-Trabajadores-Empresarios-Emprendedores.
Todos estamos expectantes por la necesidad de que haya cambios, pero ello supone agudizar la inteligencia; minimizar errores; coordinar esfuerzos; no incurrir en los desafueros del adversario, y no caer en tentaciones malsanas.
En nuestra opinión el país reclama sacrificio, pero también desprendimiento. Todos necesitamos un respiro y una nueva esperanza. No más odios, ni venganza; seamos distintos. ¡Unidad!