Donald Trump ha recurrido al lenguaje que mejor conoce, el de los negocios y el de las redes sociales, para lanzar una amenaza a Cuba: si no mejora las condiciones del “acuerdo” por el que Washington y La Habana acercan posiciones desde hace casi dos años, en cuanto asuma la presidencia estadounidense lo dará por terminado.
Por su parte, la Casa Blanca ha dicho que es «poco probable que se frenen los esfuerzos para normalizar las relaciones entre ambos países», señalando el impacto económico que está teniendo el deshielo, ya en marcha, como las crecientes rutas aéreas o lazos comerciales.
Josh Earnest, portavoz de la institución, ha asegurado a los periodistas que cualquier movimiento para desdoblar la normalización de relaciones entre EEUU y Cuba «supondría un golpe económico significativo» a los ciudadanos cubanos.
El presidente electo ha cambiado varias veces de opinión sobre su política a la isla a lo largo de los años: primero dijo que apoyaba la política de distensión de Obama, después que la apoyaba pero que había que conseguir un acuerdo mejor y después en Miami antes de las elecciones dijo que repudiaba la política de Obama y que daría marcha atrás a esta política en cuanto llegara la casa Blanca.
Los anticastristas más radicales de Miami y los congresistas republicanos de origen cubano han puesto todas sus esperanzas en Trump, pues esperan que cuando llegue a la Casa Blanca derogue los decretos «ilegales» que el presidente saliente Barack Obama emitió.
Durante décadas los congresistas cubanoamericanos han usado su poderosa influencia política en Washington para mantener el embargo a la isla mientras que los hermanos Castro estuvieran en el poder.
Obama y Raúl Castro sorprendieron al mundo en diciembre de 2014 al anunciar el deshielo entre Estados Unidos y Cuba después de más de medio siglo de enfrentamiento ideológico. Desde entonces, se han reanudado las relaciones diplomáticas entre los dos países, se han reabierto las embajadas en La Habana y Washington, se ha restablecido los vuelos comerciales directos entre Estados Unidos y Cuba y Obama ha visitado la isla, entre otras cosas.
El embargo a la isla, sin embargo, sigue en pie, ya que sólo el Congreso de los Estados Unidos, en manos de los republicanos, puede derogarlo.
Trump, que tomará posesión de su cargo el próximo 20 de enero, emitió tras la muerte de Fidel Castro un duro comunicado en el que tachó al líder de la Revolución cubana de «brutal dictador que ha oprimido a su pueblo» y aseguró que su administración hará todo lo posible para «asegurar a los cubanos que puedan hacer un viaje hacia la prosperidad y la libertad».