*Usando los métodos correctos podemos eliminar la fatiga y el tedio de nuestras horas de preparación
*Optimizar el aprendizaje nos reportará beneficios en todos los aspectos de nuestras vidas
Muchas veces, mientras leemos, experimentamos fatiga o falta de atención, también puede pasar que no recordemos partes importantes de lo que acabamos de leer. Esto frecuentemente obedece a la falta de técnicas de estudio, con cuya aplicación haremos de nuestra preparación un proceso dinámico y placentero que mejorará nuestro rendimiento tanto en el aula como fuera de ella.
Compromiso con el hábito
Sea que estudiamos formalmente o si planteamos aumentar nuestra lectura, debemos actuar con seriedad y constancia, haciendo del estudio un hábito diario. Si además lo hacemos con las técnicas adecuadas, la actividad se irá convirtiendo en algo cada vez más llevadero, e incluso placentero.
Debemos plantearnos metas, saber qué conocimientos deseamos adquirir y en cuánto tiempo. Establecer objetivos diarios, semanales y mensuales.
Tomar apuntes
Al tomar apuntes facilitamos el repaso, que es aspecto clave del aprendizaje. Los apuntes deben ser concisos, pero comprensibles, y pueden incluir flechas, señales y diagramas; todo lo que facilite su comprensión.
Los títulos y subtítulos no deben faltar: Conviene escribirlos en un color distinto al del resto del texto. Una estructura clara de los apuntes facilita su posterior lectura y estudio.
Además, debemos tomar nota de las palabras cuyos significados desconocemos y consultar el diccionario.
Leer los apuntes
Aunque el solo hecho de tomar notas incrementa nuestra comprensión del tema y su fijación en la memoria, leer estas anotaciones es crucial para completar el proceso. Lo ideal es leer los apuntes tomados el mismo día, ya que los conocimientos están frescos.
El lugar de estudio
El sitio que escogemos para leer debe ser cómodo, silencioso, iluminado y bien ventilado. El rendimiento del cerebro es muy sensible al nivel de oxígeno, por lo que hay que procurar renovar regularmente el aire de la habitación. Puede ayudar abrir las ventanas durante el descanso de diez minutos por cada hora de estudio que debemos tomar.
El estudiante debe leer sentado, en una postura cómoda, pero no demasiado relajada, ya que esto puede causar somnolencia.
Tiempo
La aplicación de las técnicas de estudio permite una mejor comprensión en menor tiempo, lo que significa que no es necesario recortar el tiempo de recreación, ni aumentar el tiempo de estudio. Lo que se persigue es aprovechar mejor el tiempo que dedicamos a nuestra preparación.
Las mejores horas para estudiar son las diurnas, ya que para cuando cae el sol, el cerebro está más agotado. Hay que evitar el estudio nocturno, salvo que no haya alternativa.
Es muy útil estudiar a la misma hora todos los días, cuidando que no sea inmediatamente después de comer. Esto no solo favorece el aprendizaje, sino que evita que otras actividades se vean afectadas.
Si logramos optimizar el estudio, dos o tres horas diarias nos pueden reportar excelentes resultados. Para ello, conviene realizar una pausa cada 20 minutos para analizar lo que estamos leyendo. Ello, junto con un descanso de 10 minutos cada hora en el que busquemos distraernos completamente del estudio, nos va a permitir mantener el ritmo y evitar el cansancio y el tedio, y así aseguramos una mayor comprensión.
La lectura eficaz
Antes de comenzar a leer debemos examinar el contenido: Leer el índice del libro, el número de páginas, y hacerse preguntas sobre el tema que se va a estudiar. Esto contribuye a predecir el texto, a sentirnos familiarizados con él, lo que aumenta la comprensión.
Debemos evitar cometer errores como la lectura palabra por palabra, la vocalización, la subvocalización y la regresión, ya que disminuyen nuestra comprensión del texto leído.
La lectura palabra por palabra es la que aprendimos cuando éramos niños, pero un lector eficiente tiene un campo visual más amplio que le permite captar más palabras en cada fijación visual, lo que, de acuerdo a numerosos estudios, favorece la comprensión y la concentración.
La vocalización es la pronunciación de las palabras que leemos, mientras que la subvocalización es la repetición de las palabras mentalmente. Ambas conductas ralentizan la velocidad de lectura. Debemos reconocer las palabras por su aspecto y no por su pronunciación. Para erradicar esta conducta, expertos recomiendan, como ejercicio, contar del uno al cuatro en voz alta mientras se lee. La idea es “tapar” la repetición mental de lo que se lee con un elemento bien diferenciado. Este ejercicio debe realizarse aparte de la lectura habitual.
Conviene tratar de aproximar la velocidad de lectura a la velocidad del pensamiento (esta suele ser entre tres y cinco veces más rápida que la de lectura). Además, estudios han comprobado que una lectura lenta disminuye la concentración y, por ende, la comprensión.
El subrayado
Resaltar las ideas principales facilita la memorización y el repaso. Para realizar un buen subrayado hay que saber diferenciar entre lo fundamental y lo accesorio. El buen subrayado debe permitir posteriormente, con un simple vistazo, recordar de qué se trata el texto. No debemos comenzar a resaltar antes de terminar de leer el párrafo.
Pero esta técnica no se limita únicamente a resaltar ideas principales: Podemos usar dos resaltadores de distintos colores para diferenciar ideas principales de secundarias, o ideas principales, de datos de interés. Asimismo, es válido usar flechas para relacionar ideas, símbolos para llamar la atención, etc.
El repaso
Esta es la etapa en la que nos aseguramos que el conocimiento quedó bien fijado en nuestra memoria. Al momento de repasar debemos tener al alcance los apuntes y el texto subrayado. Ya para cuando repasemos debemos haber aclarado todas nuestras dudas. Una técnica eficaz para comprobar que los conocimientos quedaron afianzados es explicar a otra persona con nuestras propias palabras lo aprendido.