El feminicidio es el asesinato de una mujer a manos de un hombre por machismo, es decir, todo hecho que genere violencia mortal hacia una mujer, por el hecho de ser mujer. Mientras que, en el homicidio, matan a la mujer por otras causas como por ejemplo un robo, declara María Andreína Villavicencio, criminóloga del estado Cojedes, al periodista Albano Gonzalez.
Los agresores se dividen en dos grupos: el victimario ocasional, quien generalmente tiene una conducta violenta en el seno del hogar por trastornos psicológicos o psiquiátricos, pero con el resto de su entorno es una persona tranquila y serena, por lo que para la sociedad es un hombre aparentemente normal, cuando en realidad es un potencial feminicida.
El segundo tipo es el que vimos en los casos de Turén, Portuguesa: son personas con conductas delictivas previas, asociadas hacia la violencia de género o delitos sexuales.
A pesar de que el rastreo de delincuentes sexuales es primordial para evitar los feminicidios, en Venezuela no se hace seguimiento a los sujetos con perfiles conductuales peligrosos o complicados que ya purgaron penas y están en proceso de reinserción social.
Para la criminóloga no es relevante a qué hora salimos, cómo nos vestimos, cómo nos maquillamos, o cómo nos comportamos, se trata, inobjetablemente, de que ninguna persona tiene el derecho a agredirnos. Las mujeres no somos objetos, ni somos propiedad de nadie; merecemos respeto, protección, consideración, justicia e igualdad.
Las leyes existen, pero no se cumplen
En Venezuela sí se ha legislado sobre la violencia de género, sin embargo, falta lo más importante y es hacer que esas leyes se cumplan, porque desde la propia intimidad del hogar, muchas víctimas de violencia no se atreven a denunciar y están sufriendo abusos porque que no tienen confianza en las leyes o la justicia. Sienten temor a quedar desamparadas, pues no conocen programas sociales de apoyo realmente efectivos, porque se habla, pero nunca se ha concretado la necesaria ayuda a la parte más débil: la mujer.
Es importante destacar que la ley establece que, si usted es testigo o tiene conocimiento de que una mujer está siendo víctima de violencia, debe denunciar ese hecho, evitar sufrimiento y romper ese círculo de protección o complicidad pasiva con el agresor, que puede abrir el camino a que la situación de violencia escale a niveles de tragedia.
La mujer es víctima del machista y de la sociedad machista
Otro problema es la victimización secundaria, que muchas veces se le aplica a la mujer que sufrió violencia de género: cuando va a realizar la denuncia, como no existe una adecuada preparación de los funcionarios para asistirla o, peor aún, quienes la atienden son otros machistas que, en muchos casos, la acusan de provocar esos hechos violentos, por cómo se visten, por cómo se peinan, por cómo se maquillan, por salir a la calle en horas nocturnas, por ingerir bebidas alcohólicas.
He aquí una de las tantas situaciones en que la mujer no solo es víctima de su agresor directo, sino también de la sociedad que la juzga a ella, aunque no se detiene a analizar al hombre que en su rabia, compensa con su fuerza bruta las falencias temporales que pudiera tener en otros aspectos físicos o psicológicos, motivado por cambios propios de la naturaleza humana, que necesitan de asistencia urológica y psicológica básicas, sin complejos.
En ocasiones la sociedad juzga a las mujeres que están sometidas o atrapadas en un círculo familiar e íntimo violento, asegurando, sin conocer los casos en profundidad, desconsideradamente y sin ningún tipo de solidaridad y empatía que:
-“Ella se lo buscó” o “a ella le gusta que la golpeen y por eso sigue con él”
Porque aún no se entiende que por el hecho de ser víctima, su autoestima se deteriora y llega a un punto en el que no es capaz de defenderse a sí misma y decir:
-¡Alto! ¡Ya basta, no quiero sufrir más! Esto no es lo que merezco
La realidad es que no se puede defender sola, y es en estos casos cuando se hace urgente y necesario educar y promover la conciencia y el apoyo social, porque la complicidad y aun la indiferencia pueden facilitar o conducir a un feminicidio.
Es importante que existan y se multipliquen los hombres que aman a las mujeres, los filóginos, en el buen sentido de la palabra; que levanten la voz por aquellas féminas que no lo pueden hacer por ellas mismas porque el miedo las paraliza, pues se sienten en el desamparo, en la angustia y al borde del pánico. Hay que inculcarles a las mujeres que no merecen bajo ningún concepto ser agredidas y a los hombres, si son hombres todavía, que no deben agredir a las mujeres.
(Editado para La Verdad por Yrina Albarracín, sobre la base de trabajo original de Albano, Gonzalo. Blog Amnistía Internacional)