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Señales buenas y no tan buenas

La designación de la Comisión Nacional de primaria fue una buena señal. Primero porque expresó un consenso en uno de los lados de la oposición. En segundo lugar mostró el cambio de estrategia y la recomposición de quienes promovieron el interinato. Corregir desaciertos siempre es buena señal, aunque no entenderlos o descargar en los socios la responsabilidad por los descalabros no lo sea.

En el angosto y polarizado hervidero opositor convocar primarias y acertar con un árbitro moderado y por encima de la contienda constituyó un avance hacia la unidad. Pero la buena señal se interrumpió al imponer una cláusula de exclusión, en vez de dejar esa decisión en los votantes.

Es una reducción innecesaria pretender que la unidad sea sólo el acuerdo entre los que están más de acuerdo. Pero aún así, la Plataforma Unitaria tomó la delantera a los partidarios del consenso que es un mecanismo lento y que probablemente tendrá que aplicarse cuando se divise cuáles candidatos están despegados de los otros, en la recta final. Esta situación, con la fotografía en la mano, ameritará consensos si es que se quiere ganar.

La primaria, vehículo donde están sólo una parte de los que no quieren continuismo, tiene una travesía minada. Una señal positiva sería el retiro oportuno de contendores con sentido de país y una de más de lo mismo si se producen salidas para desconocer tendencias o resultados.

Hay que recordar que el sano propósito de ofrecer varios nombres es seleccionar al más conveniente para lograr el apoyo del país que desea cambiar, pero que hoy se sitúa frente a la política con indiferencia, recelo o rechazo.

Hay que lograr atraer franjas de estos sectores, para que los votantes en las primarias resulten una minoría respecto a los votantes en las elecciones presidenciales. Esta diferencia será decisiva para tener finalmente un candidato ganador, nombre que puede coincidir o no con el escogido en primaria.

La mejor señal en ese escenario es aceptar la preferencia de los ciudadanos y pasar de la lógica de los conflictos partidistas internos a una fase de cooperación entre partidarios de visiones rivales en la oposición y de trabajar coincidencias entre esta y los seguidores del gobierno.

La insignia del candidato del cambio, sin abandonar la perspectiva opositora, es desarrollar su condición alternativa y demostrar que tiene una imagen de país en la cabeza, que sabe cómo llevarla a la práctica y que lo guía una voluntad de unidad que busca iniciar una transición como un triunfo de todos. Ser emblema de un cambio efectivo, seguro y tranquilo.

Una segunda buena señal es ser un candidato para superar una época que todos necesitamos sustituir mediante un plan para salvar a la gente de la sobrevivencia y un programa a mediano plazo para realizar un modelo de país acorde con todos los actores, sectores y ciudadanos que desean abrir un ciclo positivo: La alianza de los que quieren vivir mejor.

La tercera señal es convertir el contenido de la campaña en una oferta de transición que pueda ser compartida por el campo dominante o algunas de sus bases de sustentación. El poder no se entrega sino por la presión democrática suficiente para revertir relaciones de fuerza dominante, pero nadie va a cederlo si lo espera una provisión de pailas y aceites.

Es tiempo de abrir futuro y asumir responsabilidades compartidas para que las buenas señales sean mayores que las no tan buenas.

Escrito por: Simón García

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