Una verdadera fiesta litúrgica fue la que se vivió este sábado en la planada del Santuario San Oscar Arnulfo Romero, en el urbanismo Hugo Chávez en Playa Grande, donde se congregaron 2.000 feligreses de 10 parroquias eclesiásticas para celebrar los 160 años de nacimiento del beato José Gregorio Hernández.
Con mucha devoción, la feligresía acompañó en procesión la reliquia y la nueva imagen del beato desde La Llovizna hasta el santuario. Los encargados de la procesión fueron miembros de la comunidad Virgen del Valle y estuvo encabezada por el párroco de Pariata, padre Onorio Herrera.
La hermosa misa estuvo presidida por el rector del santuario, el padre Alfredo Bustamante, y concelebrada por los sacerdotes Jorge Peña, de Vista al Mar; José Colmenares, de Mamo, Beiker Martínez, de La Soublette; padre José Rafael Lugo, de Las Tunitas; Ángel Colmenares, de Zamora y Mirabal; Omar Hernández, de Guaracarumbo, Onorio Herrera, de Pariata, William Vázquez y Ricardo Méndez del Seminario San Pedro Apóstol de Macuto, y por los diáconos Rubén y Félix.
Los asistentes agradecieron el apoyo de la Gobernación por facilitar el transporte desde todas las parroquias y por toda la logística como sillas, tarimas y sonido.
Un santo criollo
El padre Ricardo Méndez, vicerrector del seminario de Macuto, en su homilía destacó la fe y gran devoción que José Gregorio Hernández sentía por el Sagrado Corazón de Jesús. Todo los días oraba y recitaba el rosario.
“La oración del beato se caracterizaba por la insistencia y perseverancia ¿Por qué esta insistencia en la oración? Porque la oración es una relación, un diálogo, un encuentro personal con Jesús nuestro salvador que fortalece nuestra vida cristiana, que nos concede la gracia se perseverar es nuestros esfuerzos y sacrificios y, como explica el papa Francisco, la oración es ‘el respiro de la vida espiritual’”, orar es como respirar. La oración es como el oxígeno, fundamental para el buen funcionamiento y desarrollo de nuestras vidas”.
Recordó que fue un hombre compasivo y comprometido, pues dedicaba una hora diaria a atender a los enfermos sin recursos económicos y, en ocasiones, les regalaba dinero para sus tratamientos; cuando alguien no le podía pagar, lo despedía con un “otro día será; vaya con Dios y que se mejore pronto”. “José Gregorio Hernández descubrió que en el servicio con amor y misericordia se encuentra el mayor tesoro y el querer de Dios”.
Cumplía auténticamente las obras de misericordia presentadas en el evangelio según San Marcos, sobre todo la de visitar al enfermo; tenía esa gran capacidad de ponerse en el lugar del otro, especialmente de aquellos que estaban en necesidad.
El padre Méndez recalcó que cuando fue enterrado toda la ciudad de Caracas se paralizó. El féretro fue trasladado desde su casa hasta la Catedral. Una vez allí una multitud de pacientes, de pobres y de gente del pueblo cargaron con el féretro a la vez que gritaban: “El doctor Hernández es nuestro”.
“Nuestro beato ha recorrido el camino de la santidad con mucho amor cotidiano, camino el cual todos estamos llamados a seguir con paciencia y perseverancia desde nuestra historia de vida, sin desfallecer, pero con mucho amor cotidiano, pidiendo siempre la gracia del Espíritu Santo que nos ayude amar al prójimo como Cristo nos ha amado”.
Dijo que ocupa un lugar especial en nuestros corazones, y hoy hacemos eco de las mismas palabras que se pronunciaron con fuerza y fe: José Gregorio Hernández es un santo y es nuestro.
Agradeció a las parroquias de la zona pastoral de Catia la mar y de otras zonas pastorales por haber participado en la novena de preparación para esta gran fiesta litúrgica.