Vigas de madera sostienen el techo del apartamento de Filiberto Suárez, un jubilado cubano de La Habana, mientras el edificio donde reside, como muchos otros en la nación caribeña, se va derrumbando debido al castigador clima tropical y a décadas de abandono.
El techo de la centenaria casa de tres pisos se derrumbó hace años, lo que obligó a mudarse a las familias que vivían en el piso superior, en tanto visibles arbustos brotan de las grietas de sus paredes exteriores como si la naturaleza lo estuviera reclamando.
Cuando llueve, el agua corre por el techo del segundo piso, un apartamento de dos habitaciones donde vive Suárez, de 75 años. Pero él aún prefiere esta precaria vivienda a un refugio estatal (albergue) o la habitación del ático que dice que las autoridades le ofrecieron como alternativa.
«Estamos cansados de hacer reclamaciones a los organismos correspondientes para que nuestro caso se solucione. Este edificio está declarada en estado de derrumbe desde 1974», explica Elizabeth Valdés, quien vive junto a su esposo y sus dos hijas en el tercer y último piso de lo que queda del inmueble ubicado en la calle Damas 905, en el barrio de San Isidro, la Habana Vieja.
«Tenemos dos niñas menores de edad, vivimos con el constante temor de morir aplastados un día. Ni la Dirección Municipal de Vivienda ni el Gobierno han hecho nada por nosotros. Un técnico que vio el estado de esta edificación solo pudo decir que si aún se mantenía en pie era por ‘estática milagrosa'», añadió.
El gobierno de Cuba ha reconocido los problemas de vivienda del país como uno de sus principales temas sociales. En 2018, lanzó un plan por una década denominado “La revolución es construir” con el objetivo de solucionar el déficit de alrededor de 929.696 viviendas en la nación de 11 millones de habitantes, a través de la reparación de 402.120 y la construcción de 527.575.
Quienes se oponen al gobierno sostienen que es muy poco y demasiado tarde y este año buscaron resaltar los peligros que representa el derrumbe de edificios con una campaña en redes sociales, tras la muerte de tres niñas aplastadas por un balcón que se derrumbó en enero en La Habana, hecho que provocó consternación.
Los cubanos sostienen que no tienen dinero para arreglar los edificios ellos mismos o para comprar o alquilar otra casa.
Alrededor de 45.000 de los que necesitan un hogar se encuentran alojados en albergues estatales, según cifras oficiales. Y muchos, como Suárez, temen renunciar a sus hogares por trasladarse a albergues que, según dicen, ofrecen poca privacidad o comodidad, y donde pueden terminar atrapados durante décadas.