Las fuerzas rusas han bombardeado la madrugada de este viernes la central nuclear de Zaporiyia, la mayor de Europa, y, tras duros enfrentamientos con el ejército ucranio, se han hecho con su control.
Los ataques del Kremlin provocó un potente incendio en las instalaciones de pruebas de la planta, que ha sido la antesala de la ocupación rusa.
El fuego ya se fue extinguido y ninguno de los seis reactores de la central, al sureste de Ucrania sufrió daños. El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) aseguró que no se han producido fugas de material radiactivo, pero el bombardeo, de nuevo un ataque indiscriminado contra objetivos críticos, ha elevado la alarma de los observadores y de las organizaciones internacionales sobre una potencial catástrofe.
Según un comunicado del Ministerio del Exterior ucranio, “como consecuencia del bombardeo en el territorio de la central nuclear, se produjo un incendio que causó varios muertos y heridos”, aunque no concreta el número de víctimas. El ejército ruso mantiene cautivos a los trabajadores que estaban de guardia en la central.
La maniobra, señaló el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, ha puesto en riesgo a toda Europa. “Sobrevivimos a una noche que podría haber puesto fin a la historia”, aseveró. “Los tanquistas rusos sabían lo que estaban bombardeando. Disparar directamente a la planta nuclear es un terrorismo sin precedentes”.
Exigió de nuevo a Occidente que establezca una zona de exclusión aérea sobre Ucrania y que, tras el grave incidente de la central conversó con el presidente estadounidense, Joe Biden, quien le exigió esta madrugada a Moscú “que cese sus actividades militares en el área.