La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, abrió hoy el debate de la Asamblea General de Naciones Unidas solicitando una ampliación del Consejo de Seguridad tanto en la categoría de miembros permanentes como en la de no permanentes, una decisión que no puede “aplazarse siempre”.
“Si queremos dar a la ONU el papel crucial que le corresponde será esencial una reforma amplia de sus estructuras”, expresó la mandataria latinoamericana, hasta conseguir “una organización capaz de promover paz sostenible y actuar rapidez y eficacia”.
Brasil, como es tradición, fue el primer país en presentar su discurso ante la Asamblea General, pero su presidenta llamó la atención sobre la necesidad de cambiar otra tradición: el núcleo de miembros permanentes (formado por Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido) que no ha cambiado en los 70 años de historia del organismo.
Los cinco países no representan a las nueva potencias, como es el caso de Brasil, y mantienen el derecho a veto que obstaculiza la resolución de algunos conflictos, por lo que Rousseff consideró que, pese al éxito en el ámbito humanitario y medioambiental, la ONU “no ha logrado los mismos éxitos en lo que se refiere a la seguridad colectiva”.
“La mayoría de los estados miembros no quiere que esta decisión se aplace para siempre. Esperamos que este periodo de sesiones que empieza hoy sea un giro en esta trayectoria y que lleve a resultados concretos en este proceso largo sin concluir de reformar la organización”, añadió.
Sobre las crisis internas de su país, Rousseff aseguró que, si bien los esfuerzos para que las crisis mundial de 2008 repercutiera a la población “ha llegado a su límite debido a cuestiones fiscales internas y relativas a la situación externa”.
Sin embargo, aseguró que Brasil “tiene ningún problema estructural serio. Nuestro problema se limita a las circunstancias actuales”.
“La economía brasileña es hoy más fuerte, más solida y resiliente que hace algunos años. Estamos en condiciones de superar las dificultades actuales”, añadió.
Asimismo, aseguró que Brasil “no tolera la corrupción” y que los brasileños quieren “un país en el que la ley sea el límite”.
“Muchos de nosotros luchamos, precisamente, cuando la dictadura militar violaba los derechos y queremos un país en el que los líderes se comporten acorde a la ley, sin caer en excesos”, concluyó.