A semanas de que se inauguren los Juegos Olímpicos, los helicópteros de la policía permanecen en tierra, los patrulleros están aparcados y las fuerzas de seguridad de Río de Janeiro enfrentan una falta tal de recursos que algunos han pedido donaciones de bolígrafos, artículos de limpieza e incluso papel higiénico.
La situación ha agravado las preocupaciones sobre la seguridad durante las Olimpíadas. Brasil padece la peor recesión económica en décadas y el gobernador interino de Río de Janeiro declaró este mes el estado de calamidad financiera, en buena medida para solventar los gastos en seguridad durante los Juegos, que pondrán la atención del mundo sobre esta ciudad.
«¿Cómo puede la gente sentirse protegida en una ciudad sin seguridad?», preguntó el gobernador Francisco Dornelles en declaraciones al diario O Globo. «Podemos tener una Olimpíada maravillosa, pero si no damos ciertos pasos, puede ser un fracaso total».
El estado de Río ha recortado el presupuesto general, incluido el de la policía. Los helicópteros no han podido despegar, y más de la mitad de la flota de vehículos de la policía civil permanece aparcada en un intento por ahorrar combustible. Incluso se ha demorado el pago de los salarios de los agentes.
Disgustados, varios policías civiles realizaron un paro el lunes. A su llegada al aeropuerto internacional de Río, muchos visitantes se toparon con agentes que mostraban un cartel que decía en inglés «Bienvenidos al infierno; la policía y los bomberos no reciben paga; quien venga a Río de Janeiro no está seguro».
Los recortes han llevado a «una crisis en la autoestima de los policías», afirmó Ilona Szabo, directora general del Instituto Igarape, un centro investigador sobre temas sociales y de seguridad en la urbe.
Aun así, Szabo consideró que el gran número de agentes en las calles debería evitar un problema mayor de seguridad en las sedes olímpicas y en los barrios ubicados frente a las playas. Los organizadores de los Juegos niegan insistentemente que los problemas presupuestarios vayan a afectar la seguridad de los Juegos.
Unos 85.000 policías y soldados, casi el doble que el contingente de seguridad en Londres 2012, estarán emplazados en las calles y las sedes de los Juegos, que se realizan del 5 al 21 de agosto y que atraerán a entre 350.000 y 500.000 extranjeros hacia una ciudad de 12 millones de habitantes donde los atracos, las balas perdidas y los enfrentamientos entre pandillas armadas están a la orden del día.
La policía civil de Río, que supervisa las investigaciones —la policía militar está encargada de los patrullajes-, reconoció en un comunicado que «algunos cuarteles» reciben donaciones de artículos de oficina y de otra índole.
«En marzo, el jefe de la estación policial de acá vino ante mí y me dijo que no tenía siquiera papel para imprimir las denuncias de incidentes», contó Maria Thereza Sombra, ex profesora de 81 años que dirige la asociación vecinal en el área de Morro da Viuva. «Tan bajo hemos caído. Jamás había visto algo tan malo».
La recesión, que incluyó un desplome de 4% en la economía brasileña el año pasado, ha golpeado particularmente a esta ciudad. Durante los años de bonanza, el estado otorgó miles de millones de dólares en exenciones fiscales a varias empresas, desde gigantes industriales hasta pequeñas joyerías, clubes nocturnos, restaurantes e incluso hoteles de paso. Los ingresos cayeron más con la depreciación del petróleo, que aportaba buena parte del presupuesto estatal.
Recientemente, algunos diarios locales informaron que el balance en las arcas del estado llegó a caer a unos 10.000 dólares. Los salarios de algunos trabajadores estatales se han debido pagar en abonos y algunos jubilados reciben ahora sus pensiones con meses de retraso.
La semana pasada, el gobernador Dornelles declaró el estado de desastre financiero que allanó el camino para que el gobierno federal aportara ayuda de emergencia por 2.900 millones de reales (860 millones de dólares). Los fondos están reservados para la seguridad durante los Juegos, lo que podría mitigar la situación de la policía.
En tanto, las donaciones mantienen en pie el trabajo en algunos cuarteles policiales. Sombra dijo que la asociación de su barrio exhorto a que los residentes locales ayudaran. «Es tiempo de que todos nos unamos», manifestó. Mediante carteles adheridos a distintos edificios, la asociación solicitó la donación de servilletas, sujetapapeles, bolígrafos e incluso papel higiénico.
«Algunas personas refunfuñaron y dijeron ‘ya pago impuestos, ¿por qué debo sacar dinero de mi bolsillo otra vez para esto?’ y yo les dije ‘si les roban su auto y necesitan denunciar el caso para el pago del seguro, y los policías no puede imprimir el reporte, ¿van a seguir preocupados por sus impuestos?»‘, relató Sombra.