* Derrotó 2-1 al Manchester United en duelo entre los monarcas europeos
El Real Madrid extendió su fiabilidad en finales europeas, guiado por una exhibición de Isco, para vencer 2-1 al Manchester United en la final de la Supercopa de Europa, en la conquista del primer título en el inicio de su camino al soñado sextete.
La transformación del Madrid en cuanto se le presentó el primero de los seis que tiene a tiro esta temporada, dejó en el olvido las malas sensaciones de pretemporada, y sin Cristiano Ronaldo de titular.
En Skopje se jugó a lo que quiso Isco. Mientras el United apostaba al músculo y la dureza, el mediocampista español bailaba con el balón en cualquier lugar del campo para invitar a sus compañeros a asociarse siempre y rifar la posesión en contadas ocasiones.
Su principal escudero en el encuentro, Casemiro, estaba destinado a marcar. Se topó con el travesaño en su primer intento, en córner rematado con la testa a los 16 minutos, buscó la escuadra desde una esquina del área en el segundo y al tercero no perdonó.
Con el olfato del goleador para saber dónde lanzar su movimiento, y encontrar el pase perfecto de Carvajal, el brasileño superó con un zurdazo cruzado a De Gea para abrir el marcador (minuto 23).
Pero la gloria estaba reservada para Isco. En un palmo encaró rivales, inventó una pared con Bale y definió ante De Gea, esperando el tiempo justo para ver por donde se decantaba en su salida el portero del United (minuto 52).
Era el segundo tanto y la final, pensaban algunos, quedaría sentenciada. Fue cuando tiró de orgullo el Manchester United y con corazón resucitó el duelo a los 61 minutos por medio de Lukaku.
Keylor Navas no supo atajar un disparo seco lejano de Matic, dejó el balón muerto donde un portero nunca debe dejarlo y el delantero belga fusiló a placer para descontar distancia (2-1).
El físico del Real Madrid se desplomaba y acabaría aguantando las embestidas del rival. Cristiano Ronaldo entraba a siete del final más siete de descuento para darle aire, pero las paradas de Navas cerraron una nueva muestra de grandeza en finales del equipo español, que consiguió su cuarta Supercopa de Europa.