Para optar al “sueño americano” hay que superar la pesadilla del Darién
Un joven guaireño de 26 años, a quien llamaremos Juan José, porque pidió que resguardemos su identidad, contó a su Diario La Verdad cómo fue su travesía por la selva del Darién.
Él salió de Venezuela en el 2018, llegó a Quito, Ecuador, por vía terrestre y vivió allí por 4 años. Pero la economía en Ecuador cayó mucho por las protestas del año 2020.
Al ver las pocas posibilidades de progreso, en Ecuador, y teniendo a toda la familia por parte de su fallecido padre en Estados Unidos, decidió irse a buscar “el sueño americano” y reencontrarse con sus parientes.
Pero, Juan José es un joven inteligente que lee las noticias por internet, claro, para estar bien informado, y, además, antes de emprender el viaje ingresó a grupos en redes sociales, donde muchos dan sus testimonios y el proceso por el que debieron pasar para llegar por tierra a USA desde Ecuador u otros países de Sur América. Él se informó bien para tener un viaje mas seguro y no caer en estafas por medio de las redes.
Así fue como salió de Quito en autobús con 6 compañeros venezolanos que venían de Lima, Perú, y el 8 de abril llegaron a Necoclí, en el Departamento de Antioquia, donde tomaron una precaria lancha que cobra 300 dólares por persona, para cruzar el Golfo de Urabá y llegar a Carreto, que es una zona que está más cerca del final de la selva de Darién. Allí durmió unas horas para emprender la caminata por la selva a las 5:00 de la mañana con unas 56 personas más. El servicio del lanchero incluye tres guías indígenas, uno al inicio del grupo, el otro en el medio, y uno al final para estar pendiente de los que se van quedando atrás.
Para Juan José, un joven con buena condición física, la travesía no fue tan difícil, sin embargo cuenta que el viaje “es horrible se pasa mucha hambre, mucho trabajo…la travesía es bastante fuerte, deprimente. Conseguí muertos a orillas del camino, conté 6 de los cuales 2 eran niños. Deduje por los zapaticos rosados que era una niña y el otro por el tamaño un niño”.
De su grupo de 56 personas, todos salieron vivos y sanos de la selva en los 3 días que dura la travesía cuando acortas camino en la lancha, pero se encontraron con personas que habían sido asaltadas, violadas, que vieron como otros morían, que vieron como los cocodrilos se comían los cuerpos de los ahogados, que tenían entre 8 y 10 días perdidos provenientes de Capurganá, una zona adonde llegan los que no pueden pagar la lancha o no se informaron bien, y les toca caminar hasta 15 días.
¿Cómo es la travesía?
Juan José llevó enlatados, una carpa playera para dormir, y se bañaba en los ríos, como todos. Pero dice que la caminata es bastante exigente y cansona. “Hay lomas empinadas, piedras de río que hay que escalar, cruzar ríos. El segundo día de travesía, ya no soportaba el peso de mi bolso, y boté la ropa que me quedaba. Solo dejé una muda, porque el peso en la espalda pega mucho. Hay full barro, siempre está lloviendo. Escampa unos minutos y otra vez la lluvia. El ambiente es súper húmedo, hace mucho calor, por la lluvia el suelo es muy pantanoso y se te resbalan los zapatos, por lo que hay que tener cuidado al subir las lomas o bajarlas”.
Advierte que se debe estar muy atento con los pasos en los ríos, porque crecen de pronto por las lluvias constantes en las cabeceras y se lleva a la gente.
“Un señor de unos 50 años fue sorprendido por la crecida, pero logró agarrarse de una liana, y varios corrimos a ayudarlo y lo salvamos, por poquito. Ese día solo cruzó el río una parte del grupo a causa del fuerte caudal y nos tocó dormir separados a cada orilla del río”.
Juan José agradece a Dios porque lo acompañó en todo su trayecto. Comenta que entre los 56 había una familia con 2 niños, uno se desmayó y como pudieron lo auxiliaron, pero el papá y la mamá también estaban muy agotados y caminaban lento, aunque eran jóvenes. Ellos nos pidieron que los ayudáramos adelantando con los 2 niños hasta el Campamento del Abuelo, adonde llegamos por la noche. Allí nosotros y los niños recibimos apoyo con agua y un poco de alimentos, pero los padres de estos niños llegaron al mediodía del siguiente día.
Aunque él considera que su viaje fue más fácil que el de otros migrantes que no pudieron pagar por el servicio de la lancha, recuerda que después de esos tres días al llegar al campamento final, tenía los pies hinchados, no le quedaban los zapatos que pensaba ponerse al salir de la selva, además tenía demasiadas picadas de mosquitos y zancudos, cuyas marcas le duraron casi dos meses.
Este joven guaireño, que nunca pensó que tendría que abandonar su país a los 22 años, recomienda que las personas no se arriesguen a realizar esta travesía en familia.
“Es demasiado fuerte señores, no les recomiendo entrar ni con niños ni con mujeres. No vayan en familia. Los riesgos a los que el migrante pobre se expone, son una pesadilla que lamentablemente los migrantes pobres tienen que pasar por optar por el primer mundo y por “el sueño americano”.
Especial por Yrina Albarracín