Por primera vez en la historia un Papa viajará a Irak, una visita que reconfortará a la minoría cristiana diezmada por los conflictos. También servirá para tender la mano, en un gesto espectacular, al islam chiita que domina la zona.
En la cuna de la cristiandad, que las guerras han dejado exangüe y que sigue marcada por la violencia del grupo Estado Islámico (EI), el Papa Francisco se reunirá con la máxima autoridad religiosa de una parte del mundo chiita, el gran ayatolá Alí Sistani, en Nayaf, sur de Bagdad.
Se trata asimismo del primer viaje del soberano pontífice desde el inicio de la pandemia de covid-19, tras haberse vacunado, al igual que la multitud de periodistas y eclesiásticos que le acompañan.
Durante su visita de tres días, visitará a una minoría cristiana diversa pero reducida a mínimos en medio de una población de 40 millones de iraquíes exhaustos tras 40 años de guerras y crisis económica.
El programa papal es tan ambicioso como histórico el viaje: El pontífice visitará una catedral que fue teatro de una toma de rehenes en 2010 en Bagdad, la ciudad de Ur, en el desierto meridional de Irak, Nayaf y las iglesias destrozadas por el EI en Mosul.