El gobierno de Daniel Ortega, desterró hacia Guatemala, al obispo Carlos Enrique Herrera, presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, según informaron las autoridades y una fuente de la Iglesia católica.
Se trata del tercer obispo expulsado, tras Rolando Álvarez, de Matagalpa (norte), e Isidoro Mora, de Siuna (noreste), que estuvieron encarcelados y posteriormente acogidos en Roma.
“Esto es un sacrilegio lo que está haciendo el alcalde y todas las autoridades municipales”, dijo monseñor Carlos Enrique Herrera cuando Leonidas Centeno, uno de los alcaldes más fieles al gobierno, quiso alterar la celebración de su misa con un escándalo afuera de una iglesia en Jinotega, al norte del país. “Pidamos perdón por ellos y por nosotros”, agregó.
Desafiar de tal manera al Gobierno de Ortega lo habría llevado al destierro en Guatemala, pero lo cierto es que el gobierno ya lo tenía en la mira desde años atrás, como lo ha documentado la abogada nicaragüense Martha Patricia Molina en sus expedientes sobre la represión contra la Iglesia católica.
“Lo que querían era sacar a monseñor Herrera, porque obviamente ha sido un obispo cercano al pueblo. De hecho, en las protestas cívicas de abril de 2018 y meses siguientes, gracias a la intervención del obispo Herrera, se lograron evitar muchos asesinatos».
También él iba a rescatar a los jóvenes que estaban secuestrados. Además, rescató cuerpos de jóvenes asesinados, los llevaba a su casa, les daban atención médica, auxiliaba a los familiares. El obispo anduvo entre las balas siempre y entonces, por eso es que lo estaban persiguiendo, hostigando, interrogando, acosándolo”, afirmó.