Monseñor Pablo Modesto González, obispo de La Guaira, visitó este viernes las instalaciones de la Clínica Popular Doctor Alfredo Machado de Catia la Mar donde llevó un mensaje de aliento a los pacientes, fundamentado principalmente en la fe en Dios, y también de gratitud a todos los que allí trabajan.
Junto a la doctora Nelida Lossada, directora del centro de salud, y en compañía de unos feligreses recorrió el hospital donde quedó impresionado por el servicio prestado en la sala de medicina interna, en el área de preventiva, en pediatría y en hemodiálisis, donde le informaron que esta unidad es en honor al presbítero José Aponte Martínez, quien se formó en el seminario San Pedro Apóstol y falleció el 13 de noviembre de 2022, siendo capellán de la Armada.
El obispo manifestó que al momento de asumir la diócesis decidió visitar no solo a los sacerdotes y las iglesias de las 27 parroquias eclesiásticas, sino también las comunidades. Manifestó que los centros de salud, a igual que las escuelas, son lugares privilegiados porque allí se forjan el corazón de los seres humanos.
“Es aquí donde se les hace sentir a la gente la existencia de Dios, a través de la solidaridad y fraternidad. Por eso admiro el trabajo que hacen ustedes, donde atienden a los enfermos y los acompañan en los momentos difíciles. Para mi esto es tierra sagrada que merecen respeto y mi tarea es acompañar a este pueblo varguenses lleno de hospitalidad”.
Con fe vencemos las dificultades
En la Unidad de Hemodiálisis les recordó a los dializados que todos los seres humanos tienen problemas. Ni siquiera nuestros SeñorJesús, la Virgen María, los santos y los apóstoles estuvieron exentos de padecimientos. “Hay una diferencia entre el no creyente y el creyente, y es que este último admite la certeza que aún en las dificultades no está solo”.

Aprovechó para contarles una anécdota desde cuando era niño y vivía en un pueblo arriba en San Antonio de Los Altos. Relató que su mamá había salido y sus hermanos mayores y él se habían quedado solos. De repente comenzó a sentir un fuerte de dolor de muela y en su desespero se fue a la cama, donde se puso llorar.
“Mi mamá colocó sus manos en mi cabeza y empezó a acariciarme. No me quitó el dolor, pero me acompañó para soportarlo. Esa es la fe y si ustedes en este momento se entregan a Dios verán que les dará la fuerza para soportar y convertir ese dolor en un uso de vida. Por eso los animo a ustedes y a quienes los acompañan que Dios les dé la fortaleza para asumir estas dificultades”./LDS