En un hogar estable y funcional vive la pequeña Luna de 12 años. Sus padres siempre conversan con ella y entre sus consejos le recuerdan que nunca debe dejarse tocar por varones. Ella siempre está atenta a esos consejos.
Llegan las vacaciones escolares y a su casa la visita de unos tíos junto a su prima Anastasia de 16 años, de quien Luna ya no se acordaba, sin embargo, comienzan los días de paseos y visitas con su pariente joven.
En una de esas noches ambas cenan juntas y suben al cuarto donde dormirán las dos. Cuando se ponían las pijamas Anastasia se acerca y la toca de una forma extraña. La pequeña de 12 años no se siente cómoda, aunque recuerda que solo debe cuidarse de los varones.
Amanece y Luna está muy alegre, pero este día más, ya que era el último fin de semana con sus tíos y prima además de una salida para la playa. Preparan todo y salen al viaje. En el camino Anastasia le pregunta a Luna que si tiene novio, a lo que ella responde: «No estoy en edad para eso». La prima le contesta: «Estás lenta».
Luna se distrae con su teléfono ignorando un poco Anastasia, ya que no le estaba pareciendo cómoda su compañía. Al llegar a la playa se instalan en la casa y de inmediato van a bañarse, entre juegos Anastasia vuelve a tocar a Luna, pero en lugares más íntimos, por lo que se sintió mucho más incómoda y le dijo: «No me gusta que me toques», y se sale del mar directo a la casa.
Al llegar la mamá de Luna, le pregunta si todo está bien. Ella responde que sí, pero pasa todo ese día muy incómoda e inquieta al no querer estar sola con Anastasia.
Al llegar la noche Luna le dice a sus padres que si puede dormir con ellos y le dicen que no porque está muy grande. Luna quiere hablar con sus padres y manifestarles lo incómoda que se siente con Anastasia, pero no encuentra las maneras.
Al llegar al cuarto, Luna entra al baño coloca el seguro de la puerta para cambiarse, se acuesta y queda dormida de inmediato después de un día tan agitado y pensativo. Horas más tarde siente que la tocan nuevamente y más agresivo en lugares más íntimos, se despierta alterada y le dice de forma más fuerte: «No me gusta que me toques».
Luna sale del cuarto y se va a la sala, Anastasia va detrás de ella evitando que cuente lo que ha estado sucediendo. Entre las voces sale la mamá de Luna y pregunta que está sucediendo, pero dice que todo está bien.Luna decide dormir en la sala.
Llegó el día de regresar a casa y en el camino Luna iba muy silenciosa. Al llegar entró al cuarto de sus padres y le cuenta todo lo que venía sucediendo, su madre se altera, pero el padre le dice hay que hablar con el hermano y cuñada.
Al terminar la cena de ese día, los padres de Luna conversan con los padres de Anastasia explicando todo, pero ellos ofenden a Luna y se genera un ambiente hostil hasta que deciden irse de la casa.
Con esta crónica trasmito el malestar y confusión que viven los niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual por personas de confianza o familiares.
Luna es una niña como tú, como la compañera de clase de tu hija, esa niña que se sienta a tu lado en el autobús a la que ves tomada de la mano de su madre todas las mañanas.
Sí, es cierto que hablar sobre el abuso sexual es incómodo y difícil y por este motivo se silencia, se oculta e incluso se niega. Son hechos impactantes que no debemos pasar por alto, sobre todo no se debe pensar que el abuso sexual son casos que suceden en otros países o en otras culturas.
Esta situación debe atenderse con urgencia, con capacidad multidisciplinaria y prioridad en la seguridad ciudadana de un estado, ya que estos monstruos están dañando a nuestra niñez y adolescencia, creando una sociedad gris y lleno de huellas emocionales que jamás serán borradas. Mis artículos y crónicas quieren visibilizar una realidad que solo pareciera que está clara para pocos./jd
Lic. Francis Prieto