Murió Henry Kissinger, Premio Nobel de la Paz a los 100 años
El exsecretario de Estado Henry Kissinger con Nixon y Ford, que dominó la política exterior en momentos en que Estados Unidos se distanciaba de Vietnam y derribaba barreras con China ha muerto este miércoles a los 100 años de edad. El diplomático más famoso del siglo XX deja un legado tan legendario como cuestionado.
La compañía consultora de Kissinger informó que Kissinger, uno de los diplomáticos más poderosos en la historia de Estados Unidos, falleció en su residencia de Connecticut. Heinz Alfred Kissinger nació en la ciudad bávara de Fuerth el 27 de mayo de 1923, hijo de un maestro de escuela. Su familia abandonó la Alemania nazi en 1938, cuando todavía era un adolescente, y se instaló en Manhattan, donde Heinz cambió su nombre por el de Henry.
Kissinger tuvo dos hijos, Elizabeth y David, nacidos en su primer matrimonio, que le sobreviven junto con su actual mujer, Nancy Maginnes Kissinger, y cinco nietos. El que fuera consejero de Seguridad Nacional y secretario de Estado de los presidentes estadounidenses Richard Nixon (1969-1974) y Gerald Ford (1974-1977) llevaba décadas alejado de la primera línea política, pero su influencia perdura hasta nuestros días.
El poderoso diplomático seguía dando discursos y participando en eventos públicos con sorprendente lucidez -en julio visitó China, ya cumplidos los 100 años, para reunirse con el mandatario del país y funcionarios de alto rango- y daba sus opiniones sobre el mundo actual, con temas tan dispares como la guerra de Ucrania o la inteligencia artificial.
Muchos lo seguían escuchando con gran atención por ser una autoridad en las relaciones internacionales, pero para otros lo buscaba era limpiar el cuestionado historial que dejó cuando fue uno de los hombres más poderosos del mundo. Durante la década de los 70, Kissinger diseñó una política exterior tan pragmática que no dejaba espacio para las consideraciones morales. Un hábil defensor de los intereses estadounidenses, en las redes sociales se le llamó ampliamente un criminal de guerra que dejó daños duraderos en todo el mundo y hoy las reacciones a su muerte también están muy polarizadas.
Su áspera e imponente presencia y su manejo del poder desde un segundo plano, Kissinger ejerció una inusual influencia en los asuntos mundiales del siglo XX y también ganó el Premio Nobel de la Paz. Varias décadas más tarde, su nombre seguía siendo objeto de un apasionado debate sobre hitos diplomáticos del pasado.
El poder de Kissinger aumentó durante el escándalo de Watergate, cuando el diplomático asumió un rol similar al de copresidente al lado de un debilitado Nixon. «Sin lugar a dudas que se estimuló mi vanidad», escribió más tarde Kissinger en referencia a su creciente influencia. «Pero la emoción dominante era la premonición de una catástrofe». Kissinger sobrevivió al Watergate y, tras su paso por la política, se mantuvo omnipresente en editoriales, libros, charlas y entrevistas para ensanchar un mito con el que muchos se han querido fotografiar, desde Hillary Clinton a Donald Trump, pasando por Vladímir Putin o Xi Jinping.
Kissinger se forjó en sus últimos años una reputación de estadista, pronunciando discursos, asesorando a republicanos y demócratas por igual. Se presentó en varias ocasiones a la Casa Blanca durante la presidencia de Donald Trump. Pero los documentos y cintas de la era Nixon, a medida que se hacían públicos, sacaron a relucir detalles -muchos de ellos en las propias palabras de Kissinger- que en ocasiones lo dejaban mal parado, informa Associated Press.
Después de dejar el gobierno, Kissinger se vio asediado por críticos que señalaban que debió ser llamado a rendir cuentas por sus políticas en el sudeste asiático y por el apoyo a regímenes represivos en Latinoamérica.
Durante ocho años sin descanso, primero como asesor de seguridad nacional y posteriormente como secretario de Estado, y por un tiempo a la mitad de ambos cargos, abarcó toda la gama de las principales cuestiones de política exterior. Dirigió la primera «diplomacia itinerante» en la búsqueda de la paz en Oriente Medio. Utilizó canales secretos para entablar relaciones entre Estados Unidos y China, poniendo fin a décadas de aislamiento y hostilidad mutua.
Kissinger también impulsó las negociaciones de París que finalmente proporcionaron los medios para una salida honrosa, o un «intervalo decente» como él lo llamó, para sacar a Estados Unidos de una costosa guerra de Vietnam. Dos años más tarde, Saigón cayó en manos de los comunistas.
Aplicó una política de distensión con la Unión Soviética que condujo a acuerdos de control de armamento y planteó la posibilidad de que las tensiones de la Guerra Fría y su amenaza nuclear no tuvieran que durar para siempre.
A los 99 años seguía de gira por su libro sobre liderazgo. Cuando en julio de 2022 se le preguntó en una entrevista con la cadena ABC si desearía poder retractarse de alguna de sus decisiones, Kissinger respondió: «Llevo toda la vida pensando en estos problemas. Es tanto mi afición como mi ocupación. Así que las recomendaciones que hice fueron las mejores que fui capaz de tomar entonces y en aquel contexto».
Los mandatarios estadounidenses han comenzado a mandar condolencias inmediatamente después de hacerse público su fallecimiento. Entre otros, el expresidente George W. Bush, que señala que «Estados Unidos ha perdido una de las voces más confiables y distintivas» en asuntos exteriores, dijo el ex presidente George W. Bush, en un tono que muchos funcionarios de alto nivel, pasados y presentes, intentaron transmitir.
«He admirado durante mucho tiempo al hombre que huyó de los nazis cuando era un niño de una familia judía y luego luchó contra ellos en el ejército de Estados Unidos», dijo Bush en un comunicado. «Cuando más tarde se convirtió en Secretario de Estado, su nombramiento como ex refugiado decía tanto de su grandeza como de la grandeza de Estados Unidos». El exalcalde de la ciudad de Nueva York Michael Bloomberg señaló por su parte que Kissinger fue «infinitamente generoso con la sabiduría adquirida a lo largo de una vida extraordinaria».
Otro exsecretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, ha dicho que Kissinger dejó una marca indeleble en la historia estadounidense y mundial. «Siempre estaré agradecido por sus amables consejos y ayuda durante mi tiempo como Secretario», tuiteó Pompeo en X. «Siempre solidario y siempre informado, su sabiduría me hizo mejor y más preparado después de cada una de nuestras conversaciones».
En China, donde es reverenciado por haber diseñado la apertura de relaciones entre el gobernante Partido Comunista y Washington hablan de él como un «un viejo amigo». La emisora estatal CCTV compartió en las redes sociales un segmento antiguo que muestra la primera visita secreta de Kissinger a China en 1971, cuando abordó la posibilidad de establecer relaciones entre Estados Unidos y China y se reunió con el entonces Primer Ministro Zhou Enlai.
Las cuestionadas políticas que ensombrecen su legado
A pesar de que él siempre negó haber tenido una infancia traumática, los biógrafos de Kissinger creen que sus orígenes como refugiado judío marcaron su trayectoria política. El profesor de la Universidad de Texas Jeremi Suri, autor de Henry Kissinger and the American Century, dijo en una reciente entrevista con EFE que «al ser un refugiado judío, siempre estuvo muy preocupado por el caos y quiso poner orden en el mundo«.
Kissinger fue el arquitecto de la política de distensión hacia la Unión Soviética que cambió el rumbo de la Guerra Fría, el artífice de la normalización de las relaciones entre Estados Unidos China y un personaje clave para frenar la proliferación nuclear.
Recibió el premio Nobel de la Paz junto en 1073, a su homólogo vietnamita Le Duc Thuo por sus negociaciones secretas para acabar con la guerra de Vietnam, aunque a diferencia de Kissinger, el vietnamita devolvió el galardón porque su país siguió en conflicto tras los Acuerdos de París.
A Kissinger también se le recordará por su respaldo a dictaduras como las de Argentina entre 1976 y 1983 y los últimos años del régimen de Francisco Franco en España (terminado con la muerte del líder en 1975), su papel en la Operación Cóndor para reprimir a opositores latinoamericanos de izquierda o su apoyo al golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile en 1973. «No podemos permitir que Chile se vaya a las alcantarillas», llegó a decir en 1970.
«A Kissinger no le molestaban las dictaduras. De hecho, le gustaban si estaban del lado de Estados Unidos y mantenían el comunismo fuera de América Latina«, explicó recientemente a Efe Mario Del Pero, historiador de Sciences Po en París y autor de la biografía The Eccentric Realist‘.
Incluso un ‘best seller’ del periodista Christopher Hitchens lo acusó en 2001 de crímenes de guerra por sus actuaciones en Camboya, Timor Oriental o Chile; unas críticas impensables en los 70 cuando Kissinger era el hombre más popular del país.
Aparecía en aquel entonces en portadas caracterizado como Superman, salía con estrellas de Hollywood sin ser particularmente atractivo y eclipsaba al mismísimo presidente. «¿Qué pasaría si Kissinger se muriera? Que Richard Nixon se convertiría en presidente», se bromeaba en Washington.
El diplomático también invirtió mucho tiempo en refutar las duras críticas en su contra, algo que no toleraba. Siempre se dijo que tenía la «piel más fina» de la Administración. En una reciente entrevista con la cadena estadounidense CBS en la que, profundamente molesto, respondió que las acusaciones de criminal de guerra «son un reflejo de la ignorancia». Las hijas de Nixon, Tricia Nixon Cox y Julie Nixon Eisenhower, dijeron que su padre y Kissinger disfrutaron de «una asociación que produjo una generación de paz para nuestra nación».
«El Dr. Kissinger jugó un papel importante en la apertura histórica a la República Popular China y en el avance de la distensión con la Unión Soviética, iniciativas audaces que iniciaron el comienzo del fin de la Guerra Fría. Su «diplomacia de lanzadera» hacia el Medio Oriente «Ayudó a avanzar en la relajación de las tensiones en esa conflictiva región del mundo», señalan en un comunicado.
A pesar de su imagen terca, sus biógrafos aseguran que Kissinger, conocido por sus gafas de pasta, podía ser encantador en persona y que una buena forma de romper el hielo era hablarle de fútbol o de ópera.
Kissinger fue uno de los hombres más brillantes del Siglo XX: PHD de Harvard, autor de innumerables libros sobre diplomacia, premio Nobel de la paz al ser artifice del acercamiento entre la China Comunista de Mao Tse Tung y EEUU en la época de Nixon.
Con información de El País y Expansión editado por Rafael Díaz