Alta, rubia, de sonrisa permanente y elegancia innata, la barcelonesa Mireia Lalaguna ha hecho historia al convertirse este sábado en la primera española que se corona Miss Mundo, aunque ella lo tiene claro: ha ganado por su personalidad, no por su físico.
«Estoy muy contenta, pero la gente que me ha valorado ha sabido encontrar quién es Mireia realmente, estaban buscando una belleza interior, no sólo exterior», destacó la joven catalana en una entrevista a Efe, apenas una hora después de coronarse como Miss Mundo.
Adornada con la corona azul de brillantes y con un vestido del mismo color, que parecía escogido a juego por si acaso, Lalaguna admite, en todo caso, aún cierta incredulidad: «No me esperaba llegar al top cinco», asegura la joven de 23 años, estudiante de Farmacia que el año pasado ya fue Miss Atlántico.
La nueva Miss Mundo no duda a la hora de dedicar su premio a sus abuelos, «que no han podido venir a China porque esta muy lejos», aunque se acordó también de todos sus amigos, ya que a muchos va a tener que dejar de verlos en estos 12 meses de reinado, que pasará viajando por el mundo y colaborando en actos benéficos.
«Espero tener un año brillante», aseguró la catalana, quien señaló que el trabajo de una Miss Mundo, el más comprometido de los concursos de belleza, «no es una tarea fácil, pero creo que lo voy a disfrutar muchísimo, porque me encanta viajar».
La nueva Miss Mundo ya había viajado a China hace cuatro años, con su familia, y quién le iba a decir a ella que el país asiático iba a darle esta alegría.
La joven, que dice sentirse «muy catalana y muy española», tiene muy en mente que nunca antes una paisana había logrado este premio (Amparo Muñoz ganó en 1974 el otro gran concurso de belleza planetario, Miss Universo).
«Creo que es todo un orgullo para mi país», afirma, y recuerda que España estuvo cerca de conseguirlo ya en Miss Mundo 2013, cuando la entonces representante española, Elena Ibarbia, fue cuarta.
Antes de la victoria de este sábado, Lalaguna había pasado un mes en tierras chinas, junto al resto de participantes, una experiencia que califica de «espectacular».
«Llevo muchos años queriendo tener esta oportunidad, ha sido muy bonito estar en China y me llevo amigas de todas partes del mundo», asegura.
Sobre su decisión de participar en Miss Mundo, primero en su edición española y luego en la internacional, subrayó que le «llamó la atención porque otros certámenes de belleza sólo valoran la belleza exterior», mientras que considera que ella tiene «mucha más en el interior».
«Tengo una familia que me ha apoyado siempre y me ha inculcado valores desde pequeña, entre ellos que la belleza no sólo se transite con el exterior sino también con el corazón», recalcó, mientras los flashes de los fotógrafos la cegaban.
De su estancia en China, quizá se lee entre líneas cierta desazón por la censura de internet en el país asiático, que le ha tenido estos días algo desconectada de las redes sociales: «Está todo un poco cerrado: prensa, películas…».
Ello le ha impedido seguir de cerca estas semanas de intensa campaña electoral en España, aunque asegura que sigue la política del país, «y más siendo de Cataluña, donde está todo un poco movido».
Miss Mundo ha estado acompañada en la final por su familia, cuya madre, Encarna Royo, declara que ella y su padre están «emocionadísimos, en una nube, igual que ella».
«Es una persona que emana mucho amor y que lo hará muy bien en este año», subraya la madre en referencia a los 12 meses de reinado que le esperan a su hija, en los que deberá aparcar los estudios de Farmacia.
«De pequeña era la chica alta de la clase, la que tenía los labios más pronunciados, y se le reían», recordó la madre de la ganadora, quien en la línea de su hija también subrayó a Efe que Miss Mundo «es algo más que un concurso de belleza, y por eso se ha presentado».