Los 400 metros vallas son de nuevo protagonistas en los Juegos Olímpicos de Tokio: la estadounidense Sydney McLaughlin emuló lo conseguido un día antes por el noruego Karsten Warholm y se llevó el oro en esa prueba con un nuevo récord mundial, en una jornada en la que el canadiense Andre De Grasse sucedió a Usain Bolt como campeón de los 200 metros.
En la «era Bolt», la final de la media vuelta de pista acostumbraba a ser uno de los platos fuertes de cada gran evento. En esta ocasión quedó en un cierto segundo plano frente al nivel de los 400 metros vallas, donde McLaughlin rebajó su propio récord mundial hasta 51 segundos y 46 centésimas.
McLaughlin, que a finales de junio había establecido una plusmarca mundial con un crono de 51.90 en el preolímpico, superó en la final de Tokio a su compatriota Dalilah Muhammad (51.58), campeona olímpica en Río 2016 y vigente campeona mundial, mientras que la neerlandesa Femke Bol (52.03) se quedó con el bronce.
Es el tercer récord del mundo de estos Juegos en atletismo después de la venezolana Yulimar Rojas (15,67 metros) en el triple salto y el crono de 45.94 que consiguió Warholm el martes en la prueba masculina de los 400 metros vallas.
Esa final ganada por McLaughlin fue la única de la sesión matinal de este miércoles en Tokio 2020. En la tanda de tarde, las miradas se dirigieron inevitablemente a los 200 metros, donde De Grasse venció con un crono de 19.62 centésimas, estableciendo un nuevo récord canadiense.
De Grasse, de 26 años y que había sido bronce en los 100 metros en estas Olimpiadas, se impuso en la recta final a dos estadounidenses, Kenneth Bednarek (19.68, plata) y el campeón mundial Noah Lyles (19.74, bronce).
El también estadounidense Erriyon Knighton, de sólo 17 años y señalado como la posible superestrella del futuro tras romper todos los récord juveniles de Bolt, se quedó con la cuarta plaza (19.93).
