Al menos 91 personas, entre ellas varios menores, murieron durante protestas contra la junta militar golpista en diversas ciudades de Birmania.
Los policías y soldados han vuelto a reprimir las protestas con brutalidad, disparando contra manifestantes y también contra otros civiles en las calles en incluso dentro de sus viviendas. La mayoría de las manifestaciones son pacíficas, aunque algunos tratan de hacer frente a los uniformados con cócteles molotov y lanzadores caseros de cohetes pirotécnicos.
La mayoría de las muertes se registraron en en las calles de Rangún, la ciudad más poblada del país, así como en Lashio, Mandalay, Meikhtila, Kyaukpadaung y Kyeikhto, entre otras, con numerosos heridos en estado crítico, según informaron testigos y medios locales.
Antes de esta sangrienta jornada, la Asociación para la Asistencia de Presos Políticos (AAPP) birmana, había reportado 328 muertos desde que se produjo el golpe de Estado el 1º de febrero pasado.
Este sábado tiene una carga especial porque los manifestantes intentan convertir la jornada en el «Día contra la dictadura militar”, que lidera el general Min Aung Hlaing. Mientras que en paralelo el Ejército desfila en la capital para conmemorar el Día de las Fuerzas Armadas, reseñó Deutsche Welle.
«Hoy es un día de vergüenza para las fuerzas armadas», dijo en un foro en línea el doctor Sasa, portavoz de CRPH, un grupo anti junta creado por legisladores depuestos, que reportó que entre los muertos hay un niño de 5 años.
La noche del viernes, la televisión estatal de Birmania lanzaba un mensaje de la junta militar a todo el país con una clara amenaza de lo que iba a ocurrir si las protestas continuaban. «Deberían aprender las lecciones de las horribles muertes anteriores, que podrían estar en peligro de recibir un disparo en la cabeza y en la espalda», decía el mensaje. Según el régimen militar, los jóvenes que protestan han sido engañados por «secuaces extranjeros».
Los militares tomaron el poder con la excusa de un supuesto fraude electoral en los comicios del pasado noviembre, en los que arrasó el partido de la líder depuesta y nobel de la paz, Aung San Suu Kyi, y que fueron declarados legítimos por los observadores internacionales. Desde el golpe, la junta militar ha detenido a más de 3.000 personas, incluida Suu Kyi y gran parte de su Gobierno, quienes se encuentran en su mayoría incomunicados.