Tras 12 horas en las que Argentina ha vivido bajo el mando de un jefe de Estado provisional, Mauricio Macri, de 56 años, ha jurado este jueves como presidente de los argentinos en una atípica ceremonia en el Congreso de la capital, sin la presencia de Cristina Fernández de Kirchner por las disputas sobre el traspaso del poder.
Ya investido como presidente, Macri ha llamado a un gran «diálogo nacional» para superar las diferencias partidistas: «Queremos un país unido en la diversidad. Hay que sacar el enfrentamiento del centro de la escena política. Es necesario superar el tiempo de la confrontación. Aprendamos el arte del acuerdo. Si los argentinos nos unimos, seremos imparables».
La asunción del líder conservador, que ganó las elecciones el pasado 22 de noviembre a la cabeza de la coalición Cambiemos, y cierra también la telenovela tragicómica que ha vivido el país durante las últimas semanas, en las que el Gobierno saliente y el entrante no han podido llegar a un acuerdo sobre dónde debería realizarse la entrega de los atributos presidenciales, un acto simbólico por el que el nuevo presidente recibe la banda presidencial y el bastón de mando, y que Kirchner no quería que se llevase a cabo en la Casa Rosada. La judicialización del caso que emprendió Macri en las últimas horas hizo que la ex mandataria peronista decidiera darle plantón a su sucesor.
Ante las principales autoridades del Estado, y con la notoria ausencia de la presidenta saliente y de un gran número de legisladores kirchneristas, Macri ha querido poner punto final en su discurso a la confrontación política que ha vivido Argentina en la última década.
El discurso de Macri, más breve de los que solía pronunciar Cristina Kirchner, ha girado en torno a tres ejes: el llamamiento a la unidad de «todos los argentinos», la prioridad de su Gobierno para alcanzar la «pobreza cero» y una nueva política de seguridad con el foco puesto en la lucha contra el narcotráfico. «Queremos un país unido en la diversidad, queremos el aporte de todos, la gente de derecha y de izquierda, peronistas y antiperonistas. Esa diversidad nos enriquece y nos hace mejores. Esto puede sonar increíble después de tantos años de enfrentamientos inútiles, pero fue lo que nos pidieron millones de argentinos cansados de prepotencia.