José Á. Maicabares/Rodolfo Ruiz
Los sedimentos y rocas arrastrados por los ríos crecidos por el fuerte aguacero de este sábado, causaron alarma general en todo el estado, especialmente en Naiguatá y Caraballeda.
Las familias Cardoza y Pacheco del sector Negro Primero parte alta de Naiguatá, señalan que desde la tragedia del 1999, sus casas se han visto afectadas, ya que se encuentran en zona de alto riesgo.
“Desde la tragedia han venido a inspecciones Protección Civil, Bomberos, y otros, pero hasta ahí llegan. Nos prometen que nos darán ayuda, pero no ha llegado aún, y no tenemos otro sitio para donde irnos”, afirmó Freddy Cardoza.
Claudia Cardoza, por su parte, destacó que un enorme árbol cayó en la entrada de su casa y otro está a punto de caerles encima.
“Mi mamá es una señora mayor que tiene 69 años y es discapacitada de la rodilla. Aquí hay niños pequeños y necesitamos ayuda, que esperamos que ahora llegue, porque estamos en gran peligro”.
Ríos desbordados y derrumbes
Los ríos Naiguatá y Anare alcanzaron su máximo nivel, pero fue el río Camurí Grande el que más daños causó: se desbordó y destrozó parte de los espacios del Club Camurí Grande.
“El Gobernador y el Alcalde deben preocuparse y ocuparse y mandar a desmalezar y meter maquinarias en los cauces de los ríos, ya que la mayoría están llenos de escombros, arbustos, neveras, piedras y hasta carros picados, que frenan la fluidez y represan el agua cada vez que llueve”, manifestaron los habitantes de Anare.
Desde el Paseo Los Caballos hasta Los Caracas, la vía principal que conduce a la parroquia, se vio obstaculizada por sedimentos y rocas que bajaban de la montaña.
La avenida Jose María Vargas se convirtió en una piscina por el colapso del sistema de drenaje, situación que desde hace mucho tiempo es denunciada por los residentes.
San Julián abandonado
Mantenimiento a todas las alcantarillas de San Julián es lo que piden en la calle El Manguito, de Caraballeda.
“Todos estamos en riesgo y pareciera que al Gobernador y al Alcalde no les importara», dijo Argenis Rafael Ferrer, quien junto a un grupo de vecinos se organizaron para destapar los drenajes colapsados por los sedimentos y basura que arrastraron las aguas.
Francisco Acevedo señaló que es importante que también limpien el río San Julián, que en las últimas lluvias ha amenazado con desbordarse.
Dos familias damnificadas
Las familias Sánchez y Chávez están refugiadas en la casa comunal de San Julián, porque sus ranchos en el sector Piedra de Moler, se vieron afectados por las lluvias de hace una semana.
Contaron que vivían en Piedra de Moler desde la tragedia de 1999 y hasta la fecha no les habían adjudicado un hogar a pesar de estar censados.
“Desde hace casi 22 años, diciembre del 1999, estoy esperando por ayuda. Tengo tres hijos y mis ingresos de pescador no me alcanzan para mantener a mi familia y comprar una casa. Lamentablemente mi rancho no resistió más y se desplomó con las lluvias del sábado”, expresó Federico Sánchez.
Ruega al Gobernador no enviar a su familia a un refugio. “En el Canes de Catia La Mar no hay condiciones para vivir, no hay agua, el servicio eléctrico falla todos los días, no llegan los beneficios de la bolsa de alimentación y las cañerías colapsaron”.