La transición negociada de Leopoldo López y la “Ley del Olvido” de España
Rómulo Herrera Torrealba
Renacen las esperanzas cuando uno escucha palabras tan contundentes como: la transición tiene que hacerse con la participación de gente que está o ha estado en el gobierno.
Lo dicho por Leopoldo López hace dos semanas en España lo habíamos oído antes, fuerte y claro en la voz de Mike Pompeo, secretario de estado de los Estados Unidos: Se debe formar un gobierno de transición, por 6 meses o 1 año, integrado por 2 de la oposición, 2 del gobierno y uno que lidere que sea independiente.
También fue la propuesta de Juan Guaidó: Ofrecemos una política de amnistía general para todos los que abandonen el régimen y vengan conmigo…
Ahora Leopoldo López ratifica la propuesta, en momentos de una gran crisis de hambre y miseria que afecta a 73% de las familias venezolanas, según World Vision Internacional, que está en pleno desarrollo, lo estaba antes de marzo 2020, se agravó durante la pandemia y estará peor después que esto pase. La gran mayoría de los países del mundo está tomando previsiones para enfrentar la caída económica, menos la Revolución Bonita, creadora del bolívar fuerte soberano.
Los que gobiernan Venezuela saben lo que inevitablemente vendrá, saben que con un salario mínimo de Bs.2.000.000=3 dólares según el Banco Central de Venezuela, no puede comer una persona, menos una familia de 4 integrantes. Pero, con ellos hay que negociar, aunque no nos guste, porque las armas legales e ilegales las tienen ellos en manos de militares, policías y civiles que les son leales. Hay que negociar, seguir negociando y llegar a un acuerdo para salir de esta tragedia que no beneficia a nadie y nos perjudica a todos.
La propuesta de Leopoldo López tiene una fuerza especial: la que dimana del hecho de que se lanza desde la capital mundial de la transición: España. Sí. Francisco Franco, el militar triunfante de la sangrienta guerra civil que inundó de sangre a España, sigue representado en la monarquía española. El dictador propició que el Príncipe de Asturias, Juan Carlos, mutase a Príncipe de España como su exigencia del dictador, para que pudiera ascender a Rey, luego de que Franco muriera, claro.
“¿Qué Monarquía salvas? ¿Una Monarquía contra tu padre? No has salvado nada. ¿Quieres salvar una Monarquía franquista?… Ni estoy de acuerdo, ni daré mi consentimiento nunca, ni aceptaré jamás que puedas ser rey de España sin el consentimiento de la Monarquía, sin pasar a través de la dinastía”, le recriminaría su amante padre, el Conde de Barcelona, a Juan Carlos I, pero todo estaba consumado: Juan Carlos negoció y ganó.
El nuevo Rey Juan Carlos I, entronizado el 22 de noviembre de 1975, fue el gran impulsor y motor de la transición, liderada por puros franquistas: El que fue su profesor de derecho, Torcuato López Miranda, una especie de Cecilia Sosa, magistrada de la Corte Suprema de Justicia que justificó la Constituyente, quien le explicó al Rey que no había ninguna Constitución inmutable y que todas llevan implícito el mecanismo legal para su reforma, de manera que las Leyes Fundamentales del régimen establecido por el generalísimo Franco, también podrían reformarse de la Ley a la Ley para permitir una transición ordenada desde el autoritarismo personal a la democracia, devolviendo al pueblo la soberanía nacional, sin cometer ningún perjurio al jurar fidelidad a las Leyes Fundamentales para reformarlas por el propio procedimiento en ellas establecido.
Juan Carlos I, Torcuato López Miranda y Adolfo Suárez, conforman el trío que hizo posible la transición que aún vive en España, porque se transó con los franquistas; cansados los opositores y el pueblo de tanto sufrimiento y de tanto luchar sin resultados, con el fantasma de la guerra civil como Espada de Damocles. Ellos impusieron “La Ley del Olvido”, respetada por todos, que permitió y permite que España viva y progrese en paz.
La Ley del Olvido, dolorosa, injusta, fue una sólida concesión que permitió que la clase poderosa, los franquistas que habían acumulado gran cantidad de riquezas, no huyeran con todo, sino que, seguramente, aseguraron algunos capitales en Suiza y esperaron prudentemente que la historia avanzara y, perdido el miedo, se montaran en el tren del desarrollo que construía el gobierno de Felipe González.
Venezuela no ha sufrido una guerra civil, Dios nos libre. Aunque es obvio que ese 73% está como condenado a morir de hambre si no se llega a un acuerdo, a un alto el fuego: No sigan devaluando al bolívar fuerte soberano, por piedad.
Nada nuevo transar con quien tiene el agua y la comida que escasean. Lech Walesa entregó todo lo que no tenía para hacer posible la salida del nefasto gobierno comunista de Polonia; los chilenos “concedieron” que Augusto Pinochet siguiera como jefe de las Fuerzas Armadas de Chile por 10 años; el presidente Juan Manuel Santos, Premio Nobel, le hizo grandes concesiones a las disminuidas para ese entonces y ahora, FARC… pare de contar.
El poder lo tienen ellos y no lo van a entregar fácilmente ni con garantías y mucho menos sin ellas. Hay que negociar la transición y entregar gran parte de lo que no tenemos: el poder y las armas. Las armas y el poder que tienen ellos.