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Instituciones educativas renacieron de sus cenizas

María Lourdes Arráez.- “El día que la montaña avanzó hacía el mar”, ese 15 de diciembre de 1999, el lodazal que acabó con viviendas y comercios de gran parte de Vargas, también arrasó con las estructuras de las escuelas Hilda Vásquez y Corapal de Caraballeda, Los Caracas en Carmen de Uria, Francisco Lazo Martí en Anare y del colegio Los Corales, dejando, además, seriamente afectada a la República de Panamá de La Guaira y la sede Litoral de la Universidad Simón Bolívar.

Los planteles ubicados entre las parroquias Caruao y Catia la Mar se vieron afectados por el barro, y los que quedaron en pie sirvieron de refugio para los miles de damnificados que quedaron sin hogar.

Explica el profesor Raúl Yemiñame, secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de Vargas (Sitravargas), que pese a la recuperación de algunas estructuras, muchas de las heridas ocasionadas por la tragedia en las escuelas y liceos permanecen abiertas. “Aún hay problemas en el sistema de aguas servidas, a muchas no les funcionan bien los baños por el colapso en las tuberías, además no cuentan con un sistema operativo de aguas limpias”.

Destaca que es mucho lo que falta por hacer en materia de infraestructura educativa, ya que en los últimos años, no han recibido el mantenimiento adecuado y no se han planificado nuevas estructuras para atender el crecimiento de la población estudiantil, resaltando el caso de la parroquia Caraballeda, donde se construyeron nuevos urbanismos, pero no escuelas ni liceos para los niños que vivirían allí.

Unión ante todas las cosas

Señala que todas las comunidades escolares se vieron afectadas por lo que ocurrió, el que no quedó sin nada se encontró con su centro de trabajo desvastado, perdió a sus familiares y amigos por la furia de las aguas o fueron separados de sus seres queridos por la ineficacia para gestionar en materia de desastres, como es el caso de los 119 niños que desaparecieron sin dejar rastro, a pesar de que inicialmente fueron registrados como vivos.

A pesar de la tristeza ocasionada por la tragedia, la familia educativa retomó su trabajo en el año 2000, dando apoyo a las instituciones afectadas, compartiendo salones y horarios, para volver a retomar su ritmo de vida y empezar a borrar las huellas dejadas por las pérdidas.

Se aplicó una metodología de Atención Psicosocial de Niños, Niñas, Adolescentes y sus familias, diseñada por el Ministerio de Educación, a través de la cual se fomentaban actividades para favorecer la integración familiar, escolar y comunitaria, a través de la que se buscaba restaurar el equilibrio perdido. Con juegos, escritos, dibujos, sociodrama, títeres y cuentos, los niños afectados drenaron la carga emocional que les dejó la tragedia. /mp

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