Cientos de feligreses acudieron ayer a la Catedral de La Guaira para participar en la procesión de las palmas benditas y en la misa del Domingo de Ramos que nos recuerda la entrada triunfal de Jesús a la ciudad de Jerusalén, además con este día se comienzo a la Semana Santa.
Desde temprano esperaron frente a la Alcaldía para la bendición de las palmas, este año no se hizo en la plaza Vargas por remodelación, y desde allí salieron en peregrinación por la vía principal hasta la Catedral, donde el presbítero Ronald Ugueto, administrador parroquial de San Pedro Apóstol, celebró la eucaristía.
El padre Ugueto en su homilía pidió a la feligresía que no se quede solamente en la tradición de las palmas, de la procesión del Nazareno el Miércoles Santo y el agua bendita el Sábado de Gloria. “Esta Semana Santa tiene que significar para nosotros un reenamorar con Dios, un volver a Él, de convertirnos y cambiar para ser en definitiva un buen cristiano, porque nuestra relación con Dios no puede ser una tradición”.
Reflexionó sobre todos los personajes que aparecen en la pasión y muerte de Jesús, y se preguntó con cuáles nos identificamos si con Poncio Pilatos que se lavó las manos ante la indiferencia, con los soldados que golpearon y humillaron a Jesús, con los apóstoles que se escondieron por miedo o con el pueblo que pidió su muerte. “También podemos ser como Simón de Cirene que ayudó a cargar la cruz, convertirnos en cirineos para otros”.
Manifestó que nos debermos identificar es con el Señor, de saber cuándo levantarnos y perdonar. Nunca se quejó a pesar de que fue vendido y traicionado por uno de sus apóstoles, fue negado, sintió miedo y tristeza por la dureza de quienes los injuriaban. “Quiero invitarlos a que estos días de reflexión, meditación y oración darnos la oportunidad de que, si ofendimos a alguien, pedir perdón, y si nos ofendieron, estar dispuesto a perdonarlo”.
El padre Ugueto recomendó que esta semana sea diferente y que les pidamos al Señor que nos salve de nuestros pecados, miseria, errores, desobediencia, orgullo y mezquindad. “Vamos a pedirle a Dios que nos bendiga y a nuestras familias. No veamos las palmas como algo supersticioso, sino un signo que nos tiene que recordar a Jesús en su humildad, en su amor por nosotros y en su reconocimiento como mi Salvador para que tengamos vida eterna”. /LDS