Luisana Brito, luisanablaverdad@gmail.com.- Los estudiantes de la Universidad Simón Bolívar, en Camurí Grande, se ven en la necesidad de invertir semanalmente hasta de Bs. 7.000 para comprar desayuno y almuerzo, ya que el comedor lleva más de tres meses cerrado por falta de presupuesto, informa el dirigente gremial y profesor de esta casa de estudios, Elvin Barreto.
Explica que hace cuatro semanas iniciaron los cursos de verano, pero solo disfrutaron del servicio la primera semana. Algunos de los educandos se rebuscan vendiendo dulces y otros artículos de papelería en el recinto académico.
Señala que la semana pasada el Ministerio de Educación Universitaria hizo un aporte de Bs. 69 millones para el pago del servicio del comedor; sin embargo, este monto solo alcanzó para cubrir la deuda de abril y junio. Todavía quedan pendientes dos meses.
“Lo más alarmante es que esta situación pudiera extenderse hasta el inicio del próximo período académico, cuando ingrese mayor número de alumnos”.
La bandeja de comida está en Bs. 400 y quieren aumentarla
Resalta que está en discusión el aumento del monto de la bandeja de comida, que actualmente se ubica en Bs. 400, precio que paga el Gobierno. Este beneficio lleva tres meses a media máquina, ya que solo proveían carbohidratos y proteínas.
“Era pasta o arroz; carne, pollo o pescado, pero no les daban el jugo ni la fruta picadita, ni la merienda como era antes. Esta situación, de prestar un servicio limitado en cuanto a carga proteica, viene transcurriendo desde hace meses. Estos jóvenes universitarios no se están alimentando bien”.
Detalla que este misma circunstancia la enfrentan los alumnos que reciben formación en la sede de Sartanejas.
Alumnos sobreviven con pan
Los estudiantes residenciados invierten gran cantidad de dinero para mantenerse, ya que para comprarse un desayuno (dos empanadas y un jugo) necesitan mínimo de Bs. 1.000; aparte del pago del alquiler de la habitación donde pernoctan.
Tal es el caso de Luis Miguel de Freitas, nacido y criado en el estado Anzoátegui, pero que por oferta de carrera, se tuvo que trasladar a Vargas.
Por el alquiler de una habitación en Naiguatá, paga mensualmente Bs. 6.500. “Mis padres me mandan dinero, pero eso no me alcanza para subsistir. La comida está muy cara. En la residencia somos 16 personas y nos tenemos que ayudar, porque uno solo no puede. Estoy sobreviviendo con pan Bimbo; no me estoy alimentando bien”, dice de Freitas.
Deiber Ugas, de Catia la Mar, tiene clases cuatro días a la semana a partir de las 11:00 am, pero para no gastar en transporte público, espera el autobús de la universidad que sale a las 7:00 am.
“No me puedo dar el lujo de gastar dinero en pasaje, cuando no me alcanza ni para almorzar. Una hamburguesa cuesta Bs. 900 y yo vengo a la universidad cuatro veces por semana. Son gastos mínimos, pero si se suman es bastante dinero, sobre todo para quienes no tenemos un empleo”.
OPSU no apoyó el verano
Los cursos de verano han sido para los estudiantes de la Simón Bolívar, una forma eficiente para adelantar materias e incluso aprobar aquellas que han reprobado por alguna circunstancia. En los últimos cinco años, estos cursos han tenido el apoyo de la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU), pero en esta oportunidad no se concretó nada.
Por cada asignatura cancelaron Bs. 6.540 (3 unidades de crédito) y solo les permitieron inscribir dos. Este año participaron alrededor de mil estudiantes.
“El verano comenzó hace cuatro semanas. Ellos tuvieron que invertir entre Bs. 6.500 y 13.000 para cursar una o dos materias, dependiendo de las unidades de crédito. Esto representa un duro golpe para los padres, quienes tienen que disponer de su dinero para apoyar a los muchachos”, señala Barreto.
Hasta el momento solo cuentan con el transporte. “Este servicio funciona para Catia la Mar y Caracas. Contamos con suficientes unidades para todos los estudiantes, personal administrativo, docente y obrero. No podemos esperar desarrollo y progreso en un país mientras la educación superior se encuentre subestimada. Esta situación fomenta la diáspora de profesionales a otras latitudes”.
Obra del núcleo en el litoral quedó a mitad de camino
La construcción de la nueve sede en Camurí Grande lleva más cinco años paralizada y no tienen fecha para su culminación. Quedó pendiente el auditorio, el edificio administrativo, las canchas deportivas, vías internas y cercas perimetrales, entre otras obras que forman parte del proyecto original.
“Quedaron congelados. La última obra que entregó la OPSU fue el comedor; sin embargo, la universidad no ha parado sus labores. Contamos con el servicio de biblioteca, vigilancia, transporte y profesores en todas las cátedras, pero es preocupante esta situación”.
Las vías internas presentan deterioro en la capa asfáltica, debido al paso constante de los camiones cisternas.LB/jd