Por Joao Da Silva
Saludos a la gran familia venezolana. Definitivamente, nuestro país es gran merecedor de respeto. Respetar no es un acto mecánico o programado. El respeto a nuestra nación trasciende lo normativo, porque aflora del corazón. Es preocupante que la identidad y nuestro sentido de pertenencia no sean respetados y se vean afectados por el caprichoso cambio de epónimos.
Escudarse con argumentos carentes de solidez investigativa, y en la mayoría de los casos, con inconsistencia documental para reemplazar nombres de localidades, vías, espacios públicos e instituciones, se ha convertido en una penosa práctica oficial. La consulta democrática en referendo, que permita la participación popular en la toma de decisión al respecto ha sido ignorada, manipulada mediáticamente o simplemente desechada.
Hemos llegado a extremos, donde la decisión está tomada, se simulan encuentros y conversatorios con autoridades o especialistas, para dar tiempo a su “publicación en gaceta”. El irrespetuoso cambio de epónimo del estado Vargas es un cruel ejemplo de ello, cuando pública y notoriamente circulaban en las principales avenidas de la región, autobuses rotulados con el nombre de “estado La Guaira”, antes de ser aprobado por las mismas autoridades el cambio del epónimo.
Asimismo, con premeditación y alevosía, en la plaza ubicada en las inmediaciones de la extinta “Plantica”, previo al cambio de epónimo del estado, colocaron descaradamente y en gran tamaño el nombre de la parroquia capital. Mientras que era exhibido en pequeñas dimensiones, al extremo oeste de la plaza, el nombre del aún estado Vargas.
Tal vez con esos hechos han pretendido minimizar la vida y obra del Dr. José María Vargas, pero no les será nada fácil en una región que durante décadas lo ha resaltado como su hijo ilustre. Numerosas son las instituciones, sectores residenciales, organizaciones civiles y equipos deportivos que con orgullo llevan su nombre. Ahora, justificar el cambio de epónimo del estado Vargas, con la finalidad de reivindicar a nuestros aborígenes, a partir del vocablo indígena “Uaira”, “Huaira” o “Wayra”, pierde sentido cuando asumieron denominarlo La Guaira, idénticamente como lo transcribieron en sus documentos los conquistadores españoles.
Aquí surge la pregunta que debió ser aclarada en consulta popular: ¿A quiénes se estará reivindicando con ese cambio de epónimo, a los aborígenes o a los conquistadores españoles? Una vez impuesta la decisión de cambiar el nombre al estado, debieron llamarlo estado “Uaira”, estado “Huaira” o estado “Wayra”.
En este sentido, se revive la inquietud del nombre de la parroquia Carlos Soublette, que rompe con la secuencia de los epónimos aborígenes que caracterizan a las parroquias del municipio Vargas. Si de reivindicación de nuestros ancestros aborígenes se trata, el hecho de haber cambiado el nombre a la Unidad Educativa Estadal “Francisco Fajardo”, por un epónimo aborigen, igual decisión deberá ser tomada con la parroquia Carlos Soublette.
No se trata de excluir ni menospreciar la valiosa trayectoria de tan importante prócer guaireño, que como el sabio Vargas, fue Presidente de la República. Todo lo contrario, considero que debe ser reivindicado y honrado como merece, obviando la nimiedad que el aniversario de su nacimiento coincide con fecha de la tragedia de Vargas.
La historia no se detiene y en el presente somos protagonista de ella. De manera solapada han venido destruyendo los vestigios e íconos de la historia local y ahora arremeten contra nuestra identidad regional. Por esta razón, debemos estar atentos a los procesos que ocurren en la cotidianidad de los tiempos y ser fieles defensores de lo nuestro. Con fe, esperanza y optimismo venceremos las sombras. Hasta la próxima./jd