Confrontado a los temores de anulación de las Olimpiadas de Tokio, el COI debe convencer este miércoles de que puede organizar unos Juegos Olímpicos seguros, en un momento en el que la evolución de la pandemia y el acceso a la vacuna escapan de su control.
«No hay plan B»: antes incluso de su rueda de prensa esperada para este el miércoles tras la reunión de la comisión ejecutiva de la instancia, su presidente, el alemán Thomas Bach, tuvo que insistir la semana pasada en que las Olimpiadas se disputarán del 23 de julio al 8 de agosto de este año.
Y es que el cielo olímpico se nubló mucho desde la última reunión del cenáculo de Lausana, a principios de diciembre: se festejaba entonces la llegada de las primeras vacunas, lo que reconfortó a un mundo deportivo ya satisfecho por haber podido reanudar sus competencias.
Pero en el intervalo, varias mutaciones del covid fueron detectadas, empujando a muchos países a endurecer sus medidas de restricción para evitar la propagación de variantes, sospechosas de ser mucho más contagiosas.
A 6 meses de la ceremonia de apertura, Japón decretó el estado de urgencia, y su opinión pública se muestra cada vez más hostil con la idea de albergar este potencial gigantesco núcleo epidémico.
En este clima enrarecido, organizadores japoneses y COI repiten su «determinación» para mantener la mayor reunión pacífica del mundo, cuando ya han dicho que no habrá un segundo aplazamiento: es este año o nunca.
Los organizadores japoneses, igual que el COI, están dispuestos a todo para que sean unas Olimpiadas seguras en tiempo de pandemia, aunque hiciera falta renunciar al ambiente festivo que hasta ahora acompañó a la experiencia olímpica.
«¿Cuántos espectadores? ¿Podrá haber público?», lanzó el dirigente alemán, evocando claramente la hipótesis de un evento sin gente en las tribunas, cuando los ingresos de las Olimpiadas vienen esencialmente de su retransmisión por televisión, más que por la afluencia en los estadios.
En el mundo olímpico, en el que los deportistas preparan una de las citas más importantes de su carrera y donde muchas federaciones tienen en ellos su supervivencia financiera, la perspectiva de unos Juegos Olímpicos a puerta cerrada está ya asumida como una de las posibilidades.