Eduardo Oses: Se nos fue el salvavidas comunitario

Galvis Guzmán

 

Si alguna frase popular es dura, pero muy real en su contenido es la que se aplica al profesor Eduardo Oses, quien “falleció en el ambiente que más le gustaba”, pues no solo estaba en su ambiente sino que estaba haciendo lo que mejor lo distinguía: salvando a la gente de la fuerza del arrastre del mar.

Lamentablemente, luego de salvar a tres bañistas de una playa prohibida y de asistir a un salvavidas de oficio, el fuerte oleaje lo atacó y sumado a su edad (75) y a la falta inmediata de los primeros auxilios en un ahogamiento, le pasaron factura para producir el fatal desenlace para muchos increíble, conociendo las habilidades que el profesor Oses tenía.

Además su contextura física, producto de sus condiciones de nadador, pescador y caletero, además de haber sido un extraordinario corredor de fondo en su juventud, le permitieron que estuviera a la deriva mar adentro, luchando por mantenerse vivo, logrando ser rescatado y arribar a la orilla con signos vitales.

Una muerte, que aún cuando sabemos que es ley de vida y de los designios de Dios, no dejamos de catalogarla de injusta, no solo para quienes tuvimos el privilegio de conocer a este personaje sino para todo aquel que analice las acciones humanitarias que realizaba con su entorno, como vecino, padre de familia y hasta con sus colegas pensionados. Como todo ser humano tenía sus defectos pero habría que calibrar lo positivo de lo negativo.

Muchos serán los alumnos que pasaron por sus manos,  quienes los recordarán por dos motivos: en primer lugar, por los conocimientos prácticos de electricidad que impartía para su uso en la vida diaria y doméstica, y en segundo lugar, por las constantes actividades de índole social que alimentaba, la solidaridad y el compañerismo entre el estudiantado, haciendo más ameno el mundo escolar con excursiones extracátedra.

La multiplicidad de facetas, cuya formación de hogar y pueblo le otorgaron, lo hizo un gran albañil permitiéndole construir sus propias viviendas, atendiendo no solo a su familia sino a sus vecinos, colegas y a sus amistades.

Su afán por servir a la comunidad lo trasladó hacia donde habitaba, haciendo o impulsando actividades en pro de la convivencia ciudadana, aportando su liderazgo en su último gremio para el orden en el cobro de los pensionados.

Ahora es cuando muchos sentirán su ausencia, a la hora de hacer la jornada de limpieza en la comunidad, para ordenar la compra de alimentos en la zona, en el tema de la seguridad; sin olvidar que también tenía un espíritu alegre en el trato de sus amigos.

Seguramente se unió en el mundo celestial al grupo que unifica nuevamente a la familia docente del Lorenzo González: Francisco Ávila, Oscar Barrios, Elisa de Simón, Arnoldo Díaz Mejías, Oswaldo Santana, Francisco Montilla, entre otros. Estará disfrutando con ellos como en los viejos tiempos.

Nuestra más profunda solidaridad para con su familia por esta irreparable pérdida, a su esposa Celina, sus hijos y demás deudos.

Particularmente, agradezco los momentos anecdóticos que compartimos y en algún momento nos uniremos nuevamente… Hasta siempre amigo./jd

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