Los venezolanos que emigraron y que se vieron forzados a retornar por perder sus fuentes de ingreso, antes de entrar al país, deben pernoctar en albergues dispuestos por el Gobierno en los municipios fronterizos, pero denuncian que la estadía se da en condiciones que califican de inhumanas.
Hortensia, quien quiso mantener en anonimato su apellido por temor a represalias, asegura que no llega “absolutamente nadie. Aquí ni pañal dan para los bebés, ni toallas, ni jabón, ni cloro para el baño. Nadie tiene tapabocas porque no dan y los que trajimos ya se dañaron. Los baños están horribles, además hay personas cochinas, pero tampoco tenemos como lavarlos”.
Aseguran que duermen en colchonetas, deben consumir agua de un pozo, muchas veces las comidas le llegan dañadas, abundan los zancudos y se les hace cuesta arriba cumplir con el aseo personal, por lo que muchos niños han presentado problemas en la piel.
Denuncian que a quienes dan testimonios a la prensa los “castigan” y reciben amenazas de durar más tiempo en el centro de aislamiento, por lo que piden ayuda.
“Regresé de Colombia porque quería estar con mi familia, a raíz de la pandemia me dio sentimiento estar lejos y me quise venir, me decía a mi misma que si iba a morir lo haría en mi tierra” expresa Hortensia, destacando que cree que ha bajado más de 10 kilos y se siente mal física y psicológicamente “uno se deprime con todo esto, como juegan con uno”.