María Elena Moreno, memlaverdad@gmail.com.- Más de 400 comerciantes del mercado Cacique Maiquetía, han tenido que cerrar de forma definitiva, pues entre la inflación y las ventas bajas no tuvieron tregua. Quienes aún se encuentran en la lucha por mantenerse a flote, aseguran que ya no existe ganancia e invertir se ha vuelto tarea imposible.
Pedro Coronado, vendedor de controles, asegura que ni siquiera en las quincenas mejora el movimiento, caracterizado éste por unas cuantas personas paseando entre los pasillos grises. “Las ventas han estado pésimas. La gente está priorizando los gastos y haciendo colas. Todo está caro para nosotros, reponer la mercancía es complicado. Antes 35 mil bolívares era mucho, ahora eso es lo que cuestan unos cuantos controles”.
Quejándose de la baja operatividad, también se encuentra María Eugenia Zambrano, comerciante del rubro de ropa, quien expresa que “son pocos los que gastarían 12 mil bolívares en un pantalón en vez de comida. En una semana buena vendo 4 piezas, esto es insostenible”.
Explicó que ha tenido que dejar atrás ciertos productos que ofrecía, pues están inaccesibles. “Antes vendía perfumes, pero dejé de hacerlo porque los importados costaban un ojo de la cara. Además con las fluctuaciones del dólar, todas las semanas me encontraba con precios diferentes” dijo.
Donde se registra mayor afluencia de compras, es en el área de comida, sin embargo ya han cerrado al menos tres locales, según relatos de los comerciantes.
En el comunitario los pasillos están “pelados”
Testimonios similares se consiguen en los pasillos del mercado comunitario de Catia la Mar, donde los comerciantes aseguran que las ventas, sobre todo de ropa y calzado, han disminuido en más de un 80%.
La docena de pantalones supera los 160 mil bolívares, mientras que la de camisas, ronda los 90 mil. “Vender ropa es complicado. Aquí, fuera de temporada, no hay vida. Antes reponía por bultos o docenas, ahora solo piezas puntuales y si acaso, cada 15 días. Siempre que subo a abastecerme, es un precio distinto” dijo Margarita Rivera.
Con el inventario de diciembre, a duras penas sobreviven algunos comerciantes, quienes catalogan la situación como generadora de estrés constante y un probable bomba de tiempo. MEM/jd