Durante mucho tiempo Chile ha sido un punto de almacenamiento de ropa usada y sin vender, fabricada en China o Bangladesh, y transportada a través de Europa, Asia o Estados Unidos a Chile, desde donde se revende a toda América Latina.
Al año llegan alrededor de 59.000 toneladas de ropa al puerto libre de Iquique. En esa zona de importadores e impuestos preferenciales, los comerciantes del resto del país seleccionan las prendas para sus tiendas y lo que sobra no puede salir por la aduana de esta región de poco más de 300.000 habitantes. «Lo que no se vendió a Santiago ni se fue a otros países (como Bolivia, Perú y Paraguay por contrabando), entonces se queda aquí porque es zona franca”, afirma Alex Carreño, ex trabajador de la zona de importación del puerto, que vive al lado de un vertedero de ropa.
Al menos 39.000 toneladas de ropa que no se pudo vender acaban en vertederos en el desierto Atacama.
Pero no toda la ropa acaba en la basura: hay gente muy pobre de la región del desierto de Atacama, con una población de 300.000 habitantes, que rebusca en los basureros para encontrar cosas que necesita o puede vender en su vecindario, reseñó la agencia AFP.
Sofía y Jenny, dos jóvenes venezolanas que cruzaron hace pocos días la frontera entre Bolivia y Chile, a unos 350 km del vertedero, eligen “cosas para el frio” mientras sus bebés gatean sobre montañas de ropa. “Venimos a buscar ropa porque de verdad no tenemos, la botamos toda cuando veníamos mochileando para acá”.
En todo el mundo, se estima que cada año se generan 92 millones de toneladas de residuos textiles. Según un informe de la ONU de 2019, la producción mundial de prendas de vestir se duplicó entre 2000 y 2014, y la industria es responsable del 20% de toda el agua desperdiciada en todo el mundo.
A esto hay que añadir que las montañas de ropa, independientemente en donde estén, contaminan el aire o las aguas subterráneas. «El problema es que la ropa no es biodegradable y contiene productos químicos, por lo que no se acepta en los vertederos municipales», explica Franklin Zepeda, fundador de EcoFibra, una empresa que fabrica paneles aislantes usando ropa vieja.
La ropa, ya sea sintética o tratada con productos químicos, puede tardar hasta 200 años en biodegradarse. Y es tan tóxica como los cauchos o el plástico desechados.
El mismo informe señala que solo la producción de unos jeans requiere 7.500 litros de agua. Además, la fabricación de ropa y calzado genera el 8% de los gases de efecto invernadero, y que “cada segundo se entierra o quema una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura”.
Reciclar y no contaminar
Convertir estos desechos textiles en algo útil y no contaminante es el principal objetivo de EcoFibra, empresa que fabrica aislante ecológico. Al mes procesa hasta 40 toneladas de ropa usada en alianza con Zofri, la zona franca en Iquique, y apoyo de las autoridades ambientales de la región de Tarapacá.
Allí separan la ropa de algodón de aquellas con telas sintéticas y poliéster, para las que desarrollaron un líquido especial que les da una propiedad ignífuga.
Con los eco-paneles se hacen casas prefabricadas accesibles para viviendas sociales, reemplazando la lana de vidrio o lana mineral altamente contaminante.
Por su parte, Rosario Hevia empezó una tienda de reutilización de ropa infantil, donde descubrió el gran problema de la ropa en desuso. Inspirada por reducir el desecho textil de Chile, funda Ecocitex en una antigua hilandería casi en quiebra tras la crisis social de 2019. Entusiasmó a sus trabajadores a seguir el oficio pero para fabricar hilado hecho de ropa en mal estado y los retazos de textil.
Hoy Hevia tiene un producto 100% reciclado, sin usar agua ni tinturas en un proceso innovador con “ropa que va a terminar en vertederos”.
“Llevamos muchos años consumiendo y a nadie parece importarle que cada vez se generen más residuos textiles, pero ahora la gente empieza a cuestionarlo”, dijo Hevia. “Los consumidores que conocen los daños ambientales que esta actividad provoca, atribuyen el problema a las industrias y a la falta de regulaciones, pero el problema lo llevamos puesto todos”.