Rómulo Herrera.- Llega la esperanza, aquel factor intangible que por 57 años han abrigado los cubanos para “cubrirse” de la desesperanza, en las noches largas de estómagos vacíos de comida y llenos de gases; llega por fin, personificada en un “angel negro”, aquí en la tierra, para alegría del poeta de “Píntame angelitos negros”, Andrés Eloy Blanco, allá en el cielo.
Por encima de su incredulidad crónica, y su anemia eterna, basadas en tantas mentiras y promesas incumplidas, el pueblo cubano transpira alegría porque, al fin el salvador llega y es el propio presidente de los Estados Unidos: Barack Obama.
Los cubanos que han podido sortear los embates de las carencias más atroces y denigrantes, ven en esta apertura la posibilidad real de un cambio. Y tienen razón.
El cambio llegó hace 8 años, cuando Raúl Castro, el 24 de febrero pasó de Presidente interino a Presidente permanente.
El hermano menor poco a poco ha ido marcando su impronta en la isla que era propiedad de su hermano. Comenzó por aumentar en un ciento por ciento los sueldos y salarios que pasaron de 10 dólares mensuales a 20 dólares mensuales, para los obreros rasos y técnicos medios. Los profesionales ahora ganan hasta 50 dólares mensuales, excepto los médicos que pueden llegar a ganar hasta 75 dólares.
Y esto no es lo más importante y trascendente, sino que el hermano menor en un gesto que se le agradece, decidió entregar en venta pura y simple las peluquerías y barberías, que fueron arrebatadas por su hermano mayor, a sus operadores.
Claro, los nuevos dueños tendrán que pagar un alto impuesto, pero al menos ahora pueden ser propietarios, en un retorno a la propiedad privada, pero solo de las cosas pequeñas, aquellas que un miserable un día, decidió en contra de la cúpula del partido comunista cubano, arrebatarle a quienes tenían su negocito, no para amasar grandes fortunas, sino para sobrevivir.
Fue más allá el nuevo Presidente: Todos los taxis, sí los taxis, de la isla, que eran propiedad del Gobierno, se los vendió a sus choferes.
“Están destruyendo lo que tanto nos ha costado construir”, diría el hermano mayor en carta publicada en el único diario de Cuba: Granma, en respuesta a “un camarada” que se quejaba de esta contrarrevolución llevada a la chita callando.
Esto a pesar de que, en una famosa entrevista, allá por el año 2011, le confesó a Mario Silva, en un arranque de sinceridad: “El socialismo cubano no le sirve ni a los cubanos”.
Nada nuevo, porque ya antes, en 1985, los líderes de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), habían decidido dar un vuelco al sistema económico porque no servía; el hambre apretaba y ya no había nada más que probar: no funcionó. Mijaíl Gorbachov dio inicio a los primeros 500 días de la “economía socialista de mercado”, que fue el principio del fin de la URSS, ícono mundial del socialismo.
Ahora bien, lo hecho por el nuevo Presidente de Cuba no es la gran cosa, pero es algo. Y limpia un poco la imagen de un régimen socialista que era dueño hasta de las ventas de fritangas.
Por eso hoy, la gente que ha esperado “que algo suceda” desde hace tanto tiempo deben sentir una incontrolable emoción: terminan los enfrentamientos estériles para dar reinicio a una relación fecunda, que lleve inversiones y empleo a quienes más lo necesitan, los cubanos: llega la esperanza, llega el ángel esperado, llega Obama, el líder de la nación más poderosa del mundo, a quien es mejor tener como amigo, al fin se comprende.
Y el Gobierno completo, y el pueblo mismo, lanzan a la basura la trillada arenga contra el imperio: Patria, socialismo o muerte. Venceremos; transmutada en algo más práctico: Patria, capitalismo y vida. ¡Comeremos!
Si el que les vendió el sistema lo desecha…
Digan lo que digan Raúl Castro está haciendo lo que le conviene: abrir las puertas de Cuba al desarrollo, para que lleguen los inversionistas los turistas, los capitales, como alternativa a la posibilidad de que el Gobierno venezolano no pueda continuar financiándolos.
Con ellos llegarán también Internet, que ahorita es considerado como “un invento del diablo”; las telecomunicaciones, los carros nuevos, la ropa, los zapatos, el consumismo, en fin, “los vicios del capitalismo”. Es decir se caerá toda la parafernalia con que Fidel Castro mantenía con los ojos vendados al pueblo cubano, con el único fin de eternizarse en el poder.
Eso parece no preocuparle a su hermano menor, quien tiene otra visión y además, quizás considere que es mejor no pelear con nadie, al contrario, que vengan todos a invertir incluida Europa y Rusia.
Su legado en todo caso será superior: Con el megapuerto de Mariel, que es una inversión conjunta con el capital privado brasileño, será más que suficiente para superar al de su antecesor, que no dejó ninguna obra que valga la pena.
Por nuestra parte, en Venezuela, probado como ha sido el sistema, con idénticos resultados de desempleo, hambre y escasez, sería en vano y hasta irracional seguir por ese tortuoso camino. Si el sistema no funciona para el que vendió la franquicia, tampoco sirvió para la Unión Soviética, ni para la República Democrática Alemana, ya no habría nada más que probar y sí que desechar, como ellos lo hicieron, al comprobadamente fracasado sistema socialista.
Hay que cambiar el rumbo, porque el guía se está yendo por otro camino, que es el camino correcto y si no lo siguen, nos perdemos todos.
Y nada de estar echándole la culpa al imperio, porque ese es ahora, el nuevo mejor amigo de Raúl Castro.