Rómulo Herrera
Vamos a estar claros el gobierno español de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, socialistas ambos, y muy cercanos ideológica e históricamente al chavismo, enviaron una comisión gubernamental para tratar de ayudar al gobierno de Nicolás Maduro.
Nada del otro mundo: al defender a sus aliados aquí, los de allá se aseguran de que los negocios, normales entre naciones con sus políticos y empresarios incluidos, sigan funcionando y si crecen mejor.
La comisión integrada por expertos europeos, debidamente apoyados por Joseph Borrell, vino, investigó en el sitio, hizo sus contactos, se reunió con tirios y troyanos, y dio su veredicto orientado a ayudar a sus aliados del gobierno venezolano, con miras obvio, a darle credibilidad y legitimidad a las elecciones legislativas.
Sorpresivamente, el oficialismo rechazó la recomendación de posponer por 6 meses el proceso, a pesar de traían como compensación el compromiso del apoyo a esas elecciones y al propio gobierno de Maduro, de la Unión Europea, tan necesario en momentos de tanta orfandad de apoyo internacional de países democráticos. Una gran oportunidad para el gobierno de Maduro, pero no: “las elecciones son el 6 de diciembre llueva, truene o relampaguee”.
Una oportunidad de oro con la Unión Europea, que tiene un abierto enfrentamiento con Trump, por cierto, que se desperdicia por una prisa que me aterra: ¿Será que el 6 de diciembre es el mejor momento del oficialismo? ¿Las cosas se van a poner peor en los 6 meses propuestos por la Unión Europea, como tiempo prudencial para su participación como observadores, y darle más legitimidad al proceso? ¿Este es el mejor momento posible para el gobierno, repito mi pregunta, en plena pandemia, sin agua, sin luz, sin gas, sin gasolina, y con la crisis de movilidad y de transporte que padecemos?
Conociendo la muy especial habilidad de los gobernantes para mantenerse en el poder durante 21 años, 7 meses, 5 días, y los que faltan, me preocupa y exaspera la situación, porque yo sí sé que podemos estar peores, allá los que no conocen ni quieren conocer la historia.
Me intriga, ¿por qué dejaron que sus aliados se fueran con las manos vacías, frustrados y con la ligera sensación de haber hecho el ridículo?
¿Por qué lo hicieron? Dígannos, ¿vamos a estar peor? ¿Ustedes, los del gobierno, no piensan hacer nada por aliviar las terribles condiciones infrahumanas en que vive la gran mayoría de los venezolanos?
Aquí, en secreto, si es por eternizarse en el poder, como hizo Fidel Castro en Cuba, por la vía del control social por el hambre del pueblo próspero que fue Cuba, uno de los principales exportadores de azúcar del mundo, les digo que los jeques y reyes de los países exportadores de petróleo del Medio Oriente, son milmillonarios y vitalicios. Gobiernan con sus familiares, amigos, menos amigos y el pueblo en general que se beneficia del magnífico desarrollo de pueblos que hasta hace poco andaban en camellos y ahora nadan en riquezas.
De cierto os digo, oficialistas, que a ellos los quieren en todas partes, tienen los mejores aviones, yates y palacios del mundo y, por supuesto, no tienen que andar aparentando que son pobres. No tienen que estar actuando todo el tiempo, en una eterna escenografía. Ellos son auténticos, cero teatro: son los administradores de las riquezas naturales de sus pequeños países, muchísimas más modestas que las que tiene nuestro gran país rico en petróleo, gas, oro, aluminio, bauxita, pero tan mal administrado.
Los jeques no dependen de nadie, menos de sus enemigos, no necesitan de Estados Unidos, ni de Europa, le venden y le compran a quien sea, especialmente carros y yates europeos, los más costosos.
Hay otro ejemplo: el año 1976 a la muerte del gran hambreador de China, Mao Zedong, le pidieron al reformista Deng Xiaoping, un campesino de padres pudientes que estudió en París y Moscú, a la sazón confinado en su pueblo, Guang’an, que asumiera las riendas de China, diezmada por la hambruna que ocasionó el comunismo. Y empezó el milagro de esa gran nación, para lo cual acabó con el comunismo y el 1978, asumió el sistema capitalista que hoy tienen, bajo el lema: no importa si el gato es negro o blanco, siempre que cace ratones. Traducido no importa si se es comunista o capitalista, siempre que se produzcan buenos resultados, lo cual permitió que China pasara de ser un país de 1 mil 300 millones de pobres a ser la segunda potencia económica mundial, sin discusión, con más de 900 millones de chinos clase media que producen y consumen, que progresan.
A estas alturas del juego, cuando los venezolanos sufren la peor crisis de su historia, dentro y fuera del país, lo que más angustia es el horizonte desolador de un futuro sin esperanza, y no es justo: la patria de Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, Andrés Bello, de Humberto Fernández Morán, y del creador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, Juan Pablo Pérez Alfonso, está padeciendo hambre, vergüenza y miseria. ¡No hay justicia!