Alea Jacta Est

La suerte está echada, ya no hay vuelta atrás. Estamos en la víspera de las elecciones presidenciales en nuestra tierra, y está oficialmente cerrada la campaña electoral, como ordena la Ley.

Hasta esta hora podemos decir que se cayeron todos los pronósticos, según los cuales, el gobierno ya tenía cocinada la decisión en el TSJ para eliminar la candidatura del diplomático Edmundo González Urrutia, y la tarjeta postulante de la Unidad, conocida como la de la manito, por la cual finalmente pudieron mantener viva la candidatura de ese sector opositor, junto a dos partidos más.

En todo caso, si eso estuvo entre las consideraciones del oficialismo como estrategia como se dijo profusamente, al parecer la desecharon, o midieron el daño que podía producir en términos del costo político interno e internacional. Ya habían hecho de las suyas con las distintas trabas en cuanto a inhabilitaciones administrativas y/o judiciales se refiere.

Una campaña atípica, en la que un candidato que no quería ser, o que nunca buscó la posibilidad, tuvo que aceptar, y terminó siendo ampliamente conocido por todos, en vista del empeño que puso el gobierno en polarizar con esa opción con el afán de minimizarla, o reducirla al mínimo. No obstante, según lo visto la convirtió en la opción mayoritaria de las oposiciones en las encuestas serias, hasta el punto de que luce como un real contendor.

Resultó ser un hombre de diálogo; distante de diatribas y controversias inútiles, a contrapelo de la imagen del candidato del gobierno, muy ampliamente conocido por 12 años de estar al frente del país como Presidente, siempre en actitud pugnaz.

Es obvio que nuestro sistema político actual dista mucho de ser una democracia ejemplar, liberal; respetuosa de las diferencias y dispuesta a exhibir los contrastes en términos de adversarios leales, y no de enemigos irreconciliables. No obstante, tampoco se trata de una dictadura monopartidista a la cubana, o secuestrada como Nicaragua.

Nos hubiera gustado una campaña de esas en las que se contrastan ideas a través de debates televisivos con respeto, y altura; donde se discuten programas de gobierno y eventuales acuerdos para la gobernabilidad futura, con prescindencia de quien gane. En fin, compromisos con un sistema político de libertades y oportunidades para todos, en el que se debaten distintas visiones y formas de hacer gobierno tras la búsqueda del bien común, y la pulcritud administrativa con apego estricto al imperio de la Ley.

Se ha desarrollado la campaña electoral en medio de muchas dificultades y obstáculos que los afectados han venido soportando, y superando con determinación y entrega.

Otros sectores, cuya legitimidad nadie discute, mantuvieron sus opciones a pesar de que se hizo evidente su ineficacia producto de la polarización, y las solicitudes respetuosas para que sumaran sus esfuerzos por alguna de las candidaturas con oportunidad de triunfo real. Ni modo, ya está hecho y se hizo tarde para formalizar cambios o sustituciones.

Hoy la sociedad toda tiene frente a si dos opciones claras: votar por la continuidad de un modelo político que ha venido gobernando a lo largo de 25 años ininterrumpidos, y que muestra resultados muy magros en realizaciones, y un fracaso evidente en términos socioeconómicos. La otra opción representa la alternabilidad a lo ya conocido, y una esperanza de cambio que tendrá que demostrar, si acaso triunfa.

En cualquier caso, se impone la necesidad imperiosa de negociar a la brevedad los términos de la gobernabilidad del futuro inmediato, y del largo plazo. Hay tareas urgentes en materia de políticas públicas en cuanto a servicios esenciales, así como la sustitución del lenguaje de la violencia, para construir la paz social sin odios, ni venganzas inútiles.

Suponemos que ya todo el mundo está consciente de su responsabilidad cívica, y de su decisión acerca de lo que desea como forma de gobierno para Venezuela, y es nuestro deseo porque todo transcurra en orden.

Dios bendiga a Venezuela. Amén.

@romanibarra

¿Alguna denuncia o solicitud? Dilo aquí