Con 85 años, Madonna Buder completó 45 Ironman y 325 triatlones
«Un Ironman es como la vida. Tienes altos y bajos. Alegrías y pesares. Debes aceptarlo. Fluir con ello. Todo lo que te sucede en una competición de estas características te ayuda a formar carácter». Lo dice, o mejor dicho lo escribe, Madonna Buder en su autobiografía, The Grace to Race (La felicidad de correr’).
¿Pero quién es Madonna Buder? Buder es un emblema, un estandarte en el mundo del triatlón porque con 85 años ya suma 45 pruebas de Ironman y 325 triatlones. Por edad y por convicción, esta mujer mantiene sus hábitos de monja y se entrena porque dice que ama hacerlo tanto como ejercer un oficio que requiere vocación y amor por el prójimo.
Sin prisa pero sin pausa Buder suma y suma kilómetros. Nada, corre y pedalea y nada la detiene. Lo hace desde los 43 años y dice que nunca dejará de hacerlo.
«He aprendido grandes lecciones de vida en el camino, pero a las que me gustaría regresar y decirme a mis veintitantos años son: no es lo que dices, es lo que haces; no prestes atención a la edad que tengas, sólo concentrate en la edad que te sientas», dice.
u rostro ya no llama la atención en el mundo del triatlón. Su apodo está bien ganado: Buder es la monja de Hierro. Nacida en St Louis, en el estado de Missouri de Estados Unidos, en julio de 1930, tras una infancia «simplona» según ella misma afirma, a los 23 años decidió seguir su verdadera vocación y entrar en un convento. Allí estuvo hasta que, a los 43 años fundó, junto a otras 38 monjas, la Congregación de las Hermanas de la Comunidad Cristiana, dependiente de la Iglesia Católica. En este lugar conoció un mundo que de inmediato la apasionó: el del deporte.
Llegó 1978 y con 48 años empezó a correr. Rápidamente se dio cuenta de que el deporte también era una vocación y no lo abandonó más. Así, sumó kilómetros y kilómetros hasta que a los 52 años se animó y compitió en un primer triatlón. y no empezó con distancias cortas. Lo hizo con un olímpico. Es decir, 1500 metros nadando, 40 km en bicicleta y 10 corriendo. El resultado más importante lo consiguió: finalizar para afianzar su confianza. Por eso, tres años más tarde, con 55 años, completó el primero de sus Ironman.
Allí estuvo hasta que, a los 43 años fundó, junto a otras 38 monjas, la Congregación de las Hermanas de la Comunidad Cristiana, dependiente de la Iglesia Católica. En este lugar conoció un mundo que de inmediato la apasionó: el del deporte. Llegó 1978 y con 48 años empezó a correr. Rápidamente se dio cuenta de que el deporte también era una vocación y no lo abandonó más. Así, sumó kilómetros y kilómetros hasta que a los 52 años se animó y compitió en un primer triatlón.
Y no empezó con distancias cortas. Lo hizo con un olímpico. Es decir, 1500 metros nadando, 40 km en bicicleta y 10 corriendo. El resultado más importante lo consiguió: finalizar para afianzar su confianza. Por eso, tres años más tarde, con 55 años, completó el primero de sus Ironman.
Buder corre para llegar a la iglesia, y pedalea 40 millas todos los días en bicicleta para nadar en un lago cerca de su casa. Otro atajo que tiene para cumplir con su función de monja es ir trotando para hacer sus visitas regulares a la cárcel local, algo que dice que le resulta sumamente agradable ya que allí además de hablar con los reclusos acerca de Jesús, les lee y les enseña la importancia de la lectura.
En 2005, en el Ironman de Hawai, la Hermana Buder se convirtió en la mujer más mayor en terminar una prueba de esta distancia. A los 75 años, había terminado la prueba en 16h59m, un minuto menos del límite máximo de tiempo establecido para esta distancia. Cuatro años más tarde, en 2009, bajó su propio récord para establecerlo en 16h54m, con 79 años ya cumplidos. «Me encanta la sensación que tengo cuando rebaso corriendo a la gente más joven que yo porque me dicen: ¡Yo quiero ser como usted cuando llegue a su edad!», afirma. «Es mi fe la que me ha llevado a través de los altibajos de la vida», escribe en su fantástica autobiografía. «Cada vez que me lesiono espero que el Señor me levante de nuevo y me ponga sobre mis pies, y con confianza digo: ‘Dios, tú sabes que mi intención es seguir corriendo hacia tí'»