Padre Alfredo Bustamante: Rezamos por nuestros difuntos porque creemos en la resurección
Beatriz Rodríguez, [email protected] “Ayer cuando festejábamos a todos los santos, contemplábamos con alegría a tantos y tantos hermanos nuestros que luego de haber pasado de este mundo al Padre, gozan ya de la gloria de Dios, hoy nos fijamos con ánimo agradecido en aquellos hermanos que, habiendo cruzado ya el umbral de la muerte, esperan de la misericordia divina la apertura de las puertas del reino”, explica el prebistero Alfredo Bustamante.
Resalta que nada está tan cercano a la vida del hombre como la muerte. Y sin embargo, nuestro mundo parece ignorar este hecho. “Nuestras vidas son los ríos que van a parar al mar, que es el morir…” cantaba el poeta con razón, pero no con toda la razón, ya que nuestra meta no es la muerte sino la gloria.
El Concilio Vaticano II dice (GS 18) que el máximo enigma de la vida humana es la muerte. El hombre sufre con el dolor y con la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua. Juzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo.
Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sean, no pueden calmar esta ansiedad del hombre: la prórroga de la longevidad que hoy proporciona la biología no puede satisfacer ese deseo que surge ineluctablemente del corazón humano.
Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre.
La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a consecuencia del pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre en la salvación perdida por el pecado.
Hoy hacemos nuestra oración y ofrecemos el sacrificio de la Misa en todas nuestras parroquias de la Diócesis de La Guaira por nuestros hermanos difuntos. “Es una idea piadosa y santa rezar por los difuntos para que sean liberados del pecado” (2 Mac 12,46).BR/jd