¿Deben los niños ir a un funeral?
Es importante explicar la muerte en función de la edad evolutiva del infante para que pueda entenderlo.
Ante la muerte de una persona querida una de las dudas que más se repite entre el núcleo familiar es si los niños deben ir o no a la funeraria o al cementerio para despedirla. ¿Es aconsejable o, en cambio, es un sufrimiento que podemos ahorrar a los niños?
«En principio es recomendable que vayan, pero hay que explicar muy bien al niño lo que va a pasar, que es una manera de despedir a esa persona y hay que preguntarle si quiere compartir este momento con el resto de la familia», explica Natalia Artigas, psicóloga especialista en luto de la unidad neonatal del Hospital Josep Trueta de Girona, España. «Los niños no siempre tienen bien definido el tema de la muerte y estos rituales les permite hacer real la pérdida y participar en esta despedida y hacerlo dentro de su comunidad familiar, lo que le integra dentro del proceso de duelo», añade.
¿Cómo preparar al niño teniendo en cuenta que el núcleo familiar también está afectado por la muerte?
Según Artigas, si el núcleo familiar está muy impactado por la muerte, a veces es más aconsejable acudir a un familiar que no tenga una relación tan estrecha con el difunto, que esté más sereno y que de alguna forma pueda acompañar al niño.
«Es importante explicar el tema de la muerte en función de la edad evolutiva de la criatura para que pueda comprender y participar en ese ritual», puntualiza la psicóloga. Participar –añade– es hacer pedagogía de la vida, es una manera de preparar a las criaturas para todo lo que pueda venir y al mismo tiempo es una forma de integrarlas en un proceso comunitario que también ayuda a validar el duelo.
¿Cómo entienden la muerte en función de la edad?
De 0 a 3 años no comprenden el hecho de morir, pero sí se dan cuenta de que una persona cercana (o una mascota) ya no está. «Por este motivo es muy importante intentar contarles con palabras sencillas que su ser querido ha muerto y ya no volverá más», explica Ingeborg Porcar, directora técnica de la Unidad de Trauma, Crisis y Conflictos de Barcelona, en la Escuela de Salud del hospital San Juan de Dios.
De 3 a 6 años, en cambio, los niños pueden entender ya que la muerte supone que el cuerpo del difunto ya no funciona. Dada su dificultad en entender que la persona no volverá, apunta Porcar, hay que ser especialmente cuidadoso en cómo comunicamos la noticia y evitar expresiones ambiguas que puedan malinterpretar o entender de forma literal, como «la abuela se ha ido». «En esta edad aconsejamos permitir a los niños escoger si quieren o no asistir a nuestro lado al velorio», añade.
En cuanto a la edad de 6 a 9 años les inquietan dos aspectos fundamentales: toman conciencia de que su familia también puede morir, lo que acompañan con preguntas sobre quién les cuidaría si esto ocurriera y se muestran preocupados por la diferencia entre las enfermedades comunes y aquellas que pueden ser mortales. «Hay que ofrecerles respuestas honestas y tranquilizadoras a la vez», apunta Porcar, quien resalta que esta edad raramente rechazan asistir a un cementerio o funeral. A partir de los nueve años, la conceptualización de la muerte es la misma que la de los adultos. La forma de informarles sobre lo ocurrido, pues, también suele ser muy similar a la que utilizamos con otros adultos.
¿Y si quieren desempeñar un papel más activo en el funeral?
Según Artigas, si lo quiere el niño, debe poder hacerlo. En este sentido, la psicóloga recuerda que en una familia que acompañó por la muerte de su padre, los tres hijos decidieron hacer unas pulseras por «la tribu familiar» que llevaron el día del funeral y que también pusieron al padre. «En función de la edad se les puede hacer una recomendación como pintar un dibujo, unas piedras, hacer un escrito o leer algo», concluye.
Con información de Elisabeth Escriche, Barcelona, España
Fotos: Cementerio Jardín Monumental Los Teques, Miranda, Venezuela/RD