Italo Ferreira pasó de surfear en la tapa de una cava a ganar oro olímpico
El brasileño Italo Ferreira, primer campeón olímpico de surf, empezó a desafiar olas encaramado en la tapa de anime de la cava donde su padre almacenaba los pescados que vendía en el noreste de Brasil. Nunca imaginó que coronaría el oro en Tokio una puntuación de 15.14 puntos, ante los 6.60 del japonés Kanoa Igarashi, que se quedó con la plata. “Creo que es uno de los mejores días de mi vida”, festejó Italo Ferreira tras su éxito.
El deportista de 27 años logró además el martes la primera medalla de oro para Brasil en los Juegos de Tokio, domando esta vez las olas de la prefectura de Chiba, a un centenar de kilómetros de la capital nipona, que aparentemente no tenían nada para amedrentarlo.
Las olas de Chiba son más pequeñas, ventosas y en ocasiones más «lisas» que las de otros teatros de competición y similares a las de Baía Formosa, su localidad natal en el estado de Rio Grande do Norte, dijo Ferreira en una entrevista con la AFP antes de los Juegos. «Para mí no cambia tanto, ya tengo experiencia y malicia para surfear en esas condiciones».
Desde su infancia, sus tablas mejoraron de calidad y sus trofeos se acumularon. «Un día un primo me dio una tabla rota, pero era suficiente y mejor que el poliestireno. Después mi papá me compró una tabla, la pagó con un pescado y el resto en dinero. A partir de entonces empecé a surfear un poco más», recordó Ferreira.
«Venimos de lugares donde nos tenemos que superar. Cada victoria te da mucha garra, mucha perseverancia, eso nos vuelve más profesionales, nos da más ganas de vencer».
Hasta su adolescencia, veía lo que hoy es su profesión como un hobby. Pero empezó a competir en torneos locales, a los que en ocasiones se inscribía pidiendo dinero en mercados y farmacias… hasta que Luiz «Pinga» Campos, reconocido descubridor de surfistas, se fijó en él.
«Ahí me di cuenta de que podría ir más allá si me dedicaba de lleno y así, cada vez que ganara un campeonato, podría ayudar a mis papás», contó.
Las expectativas no fueron defraudadas: a los 10 años, ganó un torneo local, a los 14 se proclamó bicampeón mundial Pro Junior, en 2014 fue campeón brasileño, en 2015 fue admitido en la Liga Mundial de Surf (WSL) y en 2019 se convirtió en el tercer brasileño en ganar el título mundial, después de Gabriel Medina (2014 y 2018) y Adriano de Souza (2015).
Una odisea digna de un comic
Luego de la coronación, se conoció la odisea que tuvo que atravesar Ferreira para poder clasificar a estos Juegos Olímpicos, lo que le da un poco más de épica a su victoria.
En septiembre de 2019, el brasileño debía viajar desde Santa Mónica, Estados Unidos, hasta Miyazaki, Japón, para realizar la prueba de clasificación a Tokio 2020. Sin embargo, cuando iba a salir al aeropuerto, se dio cuenta de que alguien había roto la ventana de su carro y le había robado el pasaporte y el visado para acceder a Japón por motivos laborales.
Desesperado, suplicó vía redes sociales que por favor le devolvieran ambos documentos urgentemente ya que tenía un margen muy corto de tiempo para llegar al avión que lo trasladaría a Japón. No tuvo éxito en su pedido.
Fue entonces cuando el surfista comenzó a realizar una infinidad de trámites burocráticos con la embajada estadounidense en el país nippon para poder solucionar el problema. Al cabo de unas horas consiguió un nuevo vuelo, aunque no sabía que más problemas estaban por llegar.
Un tifón que llegó a Japón retrasó su horario de embarque y salida, por lo que Ferreira tuvo que esperar aproximadamente 24 horas en el aeropuerto, sin la certeza de que iba a tener la posibilidad de participar en la clasificación. Terminó llegando a su destino casi una semana más tarde de lo previsto.
Ya aterrizado en tierras asiáticas, Italo dejó las valijas en el aeropuerto y se dirigió inmediatamente a la embajada de los Estados Unidos en Japón para conseguir un nuevo visado que le permitiera regresar al país norteamericano.
Una vez finalizado el trámite, se fue rápidamente a las playas de Miyazaki para disputar la competencia. Para la suerte de Ferreira, el oleaje del mar no era el adecuado y la prueba tuvo que retrasarse poco más de una hora.
Sin embargo, cuando el brasileño llegó al lugar, su serie de clasificación ya había comenzado y sus tres rivales se encontraban en el agua, con tan solo nueve minutos para que finalizara. Casi sin pensarlo, Italo Ferreira se metió al mar en bermuda de jeans y con una tabla prestada por un contrincante.
Al ser el cuarto en prioridad en la competición, el surfista debía hacer un mínimo de 12 puntos (agarrar dos buenas olas y realizar trucos) para superar la primera ronda.
Nadie sabe como, pero Ferreira se las ideó para tomar esas dos olas en tan solo nueve minutos, se clasificó primero en su zona y fue avanzando hasta la final, donde terminó en el puesto número 1 y sacó un pasaje para Tokio 2020. «Todo estaba perdido, pero terminó saliendo bien», declaró tras la epopeya.
Fue tan épico lo que logro Ferreira, que los propios organizadores de los Juegos Olímpicos realizaron una especie de cómic en homenaje al surfista brasileño. Sin lugar a dudas, una historia que merece ser contada.